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Un calidoscopio de 200 años


Me han dicho que me van a regalar un calidoscopio de 200 años. Ya sabes, ese aparatito que, combinando cristales y espejos, te hace soñar con infinitas imágenes a cada giro de muñeca. Este es muy especial. Me han dicho que, mirando por el hueco, puedes ver la apasionante historia de los oblatos en su misión con los jóvenes, desde que Eugenio comenzó hasta nuestros días. Quieren regalármelo el 25 de Abril, porque se cumplen los 200 años redondos desde la fundación de la Asociación de la Juventud Cristiana de Aix. Pero yo no he podido aguantar y ya lo conseguí y estoy jugando con él. Giro a giro, año tras año, hasta nuestros días. ¡Cuánta belleza!

¡Cómo me gustaría girar hacia adelante viendo el futuro! Por ejemplo, para saber cómo va a ser el próximo encuentro del P. General con los jóvenes y los oblatos en Aparecida, Brasil. Para ver cómo celebran, oran, reflexionan y viven el carisma los oblatos y los jóvenes. Para escuchar la llamada a vivir con intensidad y en familia los tres próximos años, hasta el 2016. Para ver los frutos misioneros… Para sentir cómo aceptan el reto que nos lanza el Papa Francisco de ser misioneros, ir a las periferias, aceptando una vida pobre y con los pobres. Pero me han dicho que no se puede, que el calidoscopio al llegar al día presente, con el siguiente giro, te vuelve a situar en el punto inicial. He probado… y es cierto.

Ha resultado fascinante este ir y venir, descubriendo tantos detalles a cada giro.  Confieso también que este ejercicio me ha dejado una mezcla de sentimientos: alegría por lo que ya se ha hecho con tanta generosidad, pero también, inquietud por lo que queda por hacer. Sobre todo, si comparamos nuestro hoy, con aquel impulso primero. Y es que me sigue impactando la audacia de Eugenio en contraste con nuestra excesiva cautela, siempre midiendo, quizás con excesivo miedo.

Porque Eugenio se arriesgó. Hace doscientos años en Francia estaban prohibidas las asociaciones juveniles religiosas; los jóvenes no eran educados en valores cristianos y dentro de la Iglesia se sentían abandonados; él se arriesgó y nadó contra la corriente de su tiempo… Se arriesgó, sí,  aceptando en su grupo jóvenes de todos los estamentos sociales, fiándose de ellos y dándoles responsabilidades; siendo para ellos padre, hermano y amigo; amándoles, dedicándoles todo su tiempo, poniendo en juego su salud,  guiándoles para estar con los más pobres… Eugenio se arriesgó, presentándoles a Cristo como amigo y el Evangelio como norma de vida; exigiéndoles una vida generosa, acompañándoles para crecer en sentimientos humanos, cristianos y llegar finalmente a ser santos…

En 2016, Eugenio abrió su casa, el Carmelo de Aix, a sus jóvenes. Cuando pienso en esto, me conmociona ver cómo, en los primeros días de nuestra historia, caminaban mano con mano los dos grupos, el pequeño grupo de Misioneros de Provenza y los jóvenes de la Asociación, compartiendo tiempo y espacio, compartiendo oración y vida, compartiendo el anhelo de ser santos misioneros para  la renovación de la Iglesia y del mundo…

Yo también anhelo una audacia mayor en nuestra misión con los jóvenes. Que no nos quedemos complacidos en lo que hicimos, en nuestra maravillosa historia. Que tengamos el coraje de pasar a la acción, ¡tantas palabras han sido ya dichas! Que tengamos el coraje de hacer realidad los mandatos del Capítulo general del año 2004 (¡van a hacer nueve años!) o las sugerencias del Congreso oblato sobre la misión con jóvenes del año 2008. Que tengamos el coraje de dedicar lo mejor de nosotros, al estilo de Eugenio, para ser con los jóvenes misioneros de los pobres…

Me parece que este aparatito, el calidoscopio, está siendo un poco peligroso porque me hace soñar. Soñar con un nuevo impulso misionero que es muy nuestro, porque siendo del Espíritu fue dado a Eugenio de Mazenod como un elemento de nuestro carisma. Me hace soñar con tanta belleza, tantos desafíos… Sí, quiero invitar a soñar, a los oblatos y a los jóvenes. ¿Cómo podemos renovarnos en esta misión que se nos confía: anunciar a Cristo y su Evangelio a los más abandonados y con los jóvenes? doscientos años y todavía soñamos…

Chicho Rois, omi.


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