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JOMI, pasó una noche y una mañana... día primero

Algunos de los peregrinos a las JOMI tuvieron problemas en sus viajes. Retrasos en los aviones, pérdida de maletas o de personas, inconvenientes diversos. El numeroso grupo de Paraguay tuvo toda una aventura con un viaje larguísimo hasta llegar a Aparecida. Pero parece que ya están todo y yo me llevé la alegría de verlos, especialmente al P. Guillermo Steckling que los acompaña. Nos entristeció la noticia del grupo de franceses que tuvo un accidente en Guyana francesa en la que murió al menos uno de los peregrinos y otros están graves. El Provincial de Brasil, P. Francisco Rubeaux, nos invitó a rezar por ellos y por sus familiares durante la ceremonia de apertura. Ceremonia vibrante, con mucho folclore brasileño, baile canto que contagió a la mayoría de los jóvenes que, aunque cansados por el viaje, se animaron a bailar y así estuvieron casi hasta las media noche.

Pero en la ceremonia de apertura tuvimos más cosas. Particularmente me gustaron dos: la primera la aparición de S. Eugenio. Los oblatos de Brasil han preparado una película que presentarán en primicia estos días. El actor que representa a S. Eugenio nos hizo presente a nuestro fundador animando a los jóvenes a abrazar la misión y dando su bendición. La segunda, la intervención del Provincial de Brasil, muy emocionado, que al darnos la bienvenida nos desafió: después de 200 años de la actividad con los jóvenes, S- Eugenio de Mazenod hoy somos nosotros, cada uno de los participantes, llamados a llevar el amor compasivo de Dios a los más abandonados. Por cierto que el P. Francisco lanzó algún que otro desafío vocacional.

 La mañana de hoy comenzaba con la oración que proponía como meditación textos de S. Eugenio. En pequeños grupos, normalmente por lenguas, haremos así todas las mañanas. La enorme Basílica que custodia la pequeñísima imagen de Nuestra Señora de Aparecida sería el lugar de la celebración Eucarística con el Cardenal Arzobispo de Aparecida que además es presidente de la conferencia episcopal. En su homilía, por más de 10 minutos estuvo hablando de los Oblatos y de S. Eugenio de Mazenod. Nos recordaba que nuestra misión era anunciar el amor de Dios a los más abandonados y que desde el principio nuestro carisma misionero estuvo ligado a los jóvenes. Lo sorprendente es que la Misa no era en exclusiva para neustro grupo. Además de los numerosos brasileños que llenaban la basílica, estaban otros grupos de jóvenes venidos de diversas diócesis del mundo para estas pre-jornadas. Además de los miles de personas que siguen la Misa en la Televisión y la Radio del Santuario Nacional. Cuatro obispos concelebraban, entre ellos el Arzobispo Oblato de Johannesburgo, Monseñor Buti.

Luego, la Catequesis del Padre General. El mensaje central que quiso regalarnos es que el carisma misionero de los oblatos nace de la experiencia personal del Amor de Dios. Sin esta experiencia no hay misión, no hay misioneros. Tres puntos desarrolló: cómo crecer en ese amor de Dios como jóvenes cristiano;: cómo vivir intensamente una vida comunitaria y en grupo; cuáles son las nuevas plazas (nuevos areópagos) donde los jóvenes deben hacerse presente como misioneros. Ahora mismo he dejado a los jóvenes reflexionando en grupos sobre estos puntos. Al final del día tendremos un “camino de la luz” pero casi que eso os lo cuento mejor mañana. Por cierto, el patrón de las JOMI es Mauricio Lefevre, oblato boliviano que murió por su compromiso con los pobres. Mientras nos presentaban su vida avanzaba por el pasillo central una cruz con la fotografía de los oblatos que han muerto violentamente por ser testigos de Dios, los ya beatificados, como Cebula y los mártires de España, y los que son venerados en distintos continentes como mártires y que inspiran nuestra oblación. A ellos también encomendamos los frutos de estas jornadas. Chicho, omi



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