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Navidad con San Eugenio de Mazenod: 27 diciembre

En el día en que celebramos a San Juan apóstol y evangelista encontramos con fuerza al que es la Palabra.

Eugenio vivió una dulce intimidad con esta Palabra y tenía una viva preocupación por tenerla en los labios y en el corazón.


Si nuestra fe fuera más viva, diríamos con más confianza estas palabras que tenemos tantas veces en la boca y, es de temer, tan raramente en el corazón: Padre nuestro que estás en el cielo.  Esta frase consoladora que no deberíamos pronunciar más que con el sentimiento más tierno de amor y de gratitud, es el fundamento de todas nuestras esperanzas, el mayor motivo que podemos tener para abandonarnos sin inquietud a todas las disposiciones de la Providencia. Puesto que Dios es nuestro Padre, a él le toca proveer a todas nuestras necesidades y velar sobre los peligros que nos amenazan, etc.

Nuestro adorable Salvador, que era también el Hijo (no por mera adopción como nosotros, sino por generación divina y eterna) nos ha dado el ejemplo de las consecuencias que debemos sacar de esa sublime prerrogativa. Toda su vida ha sido para nosotros un modelo de ese abandono filial a la voluntad de su Padre.

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