Hace unas semanas he tenido la oportunidad de conocer la Misión de los Oblatos en Jaffna, en la maravillosa isla de Sri Lanka. Una isla exuberante en muchísimos sentidos: la belleza y la diversidad que ofrece su naturaleza, la multitud de templos de las religiones con más fieles en el mundo y más aún la belleza y simplicidad de los hombres y mujeres que hemos encontrado. Y el té, claro, el té. Pero lo que más atrapaba mi mente y corazón durante la visita era la misión oblata, como memoria del pasado y como actualización del carisma hoy. Memoria Agradecida. “ La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que debemos pedir” (Evangelii Gaudium 13). Pues esa gracia me fue regalada en la visita a Jaffna. Después de las lógicas presentaciones y de decir que yo era un oblato español, casi todos los oblatos de cierta edad de la provincia de Jaffna reaccionaban de forma similar: “¡Español! Como Padre Simeón Gómez y Bonifacio Gonzál