El pasado 26 de diciembre nos dejaba nuestro decano, el P. Fortunato Alonso Gutiérrez quien, a sus 97 años, entregaba su vida al Señor en la comunidad de Diego de León. Si algo podía definir a nuestro hermano, era el apelativo que él otorgaba a las personas a las que admiraba, como por ejemplo el P. Emilio Trottemenu, compañero de fatigas en Argentina y de quien siempre decía: ¡era un hombre consecuente! Así era Fortunato -Fortu, como le conocían los jóvenes malagueños- un hombre consecuente con su vocación de misionero oblato, que vivió agradecido hasta el final. Mucho le gustaba compararse con Amós, cultivador de higos, a quien Dios llamó de pastorcillo a pastor de un pueblo. Así es como él se sentía, llamado por gracia a guiar a la Iglesia a la que amaba profundamente. Tanto en este amor -conocía el nombre de todos los obispos de España-, como en la firmeza de carácter, se parecía Fortunato a nuestro querido Fundador, san Eugenio de Mazenod. E, igualmente, se pareció a él tanto en