La octava de Navidad está marcada, curiosamente, por la celebración de la memoria de varios mártires, empezando por el primero de ellos: San Esteban. Esto nos recuerda la fuerza y la seriedad de nuestra fe, que no puede quedar reducida a un mero sentimiento pasajero, sino que ha de impregnar la vida. Hace diez años, el 17 de diciembre de 2011, la Iglesia beatificó a los 22 mártires oblatos, asesinados en el año 36 a causa de su fe, junto al laico Cándido Castán. De este modo, a los que nos sentimos llamados a vivir este carisma, se nos presentan de un modo especial como testigos y compañeros de camino. Para dar gracias a Dios por este don, la Familia oblata se dio cita en el camposanto de Paracuellos del Jarama el pasado sábado 18 de diciembre. Juntos recorrimos el camino que llevó a nuestros mártires hasta el lugar donde fueron fusilados perdonando a sus verdugos, como forma perfecta de imitación de nuestro Señor Jesucristo. No se nos ocurrió mejor forma de hacerlo que mediante