“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” (Lc 1,46-47) Miro con agradecimiento este tiempo de inicio de prenoviciado, estos últimos nueve meses, consciente de que Dios ha derramado sobre nosotros una gracia mayor de lo que jamás podríamos haber llegado a imaginar. Estoy convencido de la bondad de este tiempo. Durante estos meses, muchos me han preguntado si soy feliz. La respuesta es sí, pero una vez más, me parece entender que mi felicidad es sólo una consecuencia de algo más, un posible signo, una realidad sin duda agradable y deseable, pero con un trasfondo mayor. Si creo que este año es un año de gracia del Señor, es porque creo que estamos caminando en su presencia, porque creo que, en nuestra debilidad, la gracia de Dios está actuando, dándonos a conocer su voluntad. Mi alegría y felicidad, las virtudes de los formadores, la riqueza de nuestra comunidad, la consecución exitosa de objetivos y actividades, incluso nuestros