Animado por un hermano de comunidad me he decidido a poner por escrito algunas pequeñas experiencias en mi corta presencia en el Santuario de Lourdes como confesor en el español del 13 al 21 de noviembre. El viaje a pesar de ser largo, fue confortable, contribuyendo a ello la buena climatología. Un cielo otoñal, limpio y azul, con ausencia total de nubes, nieblas o brumas en todo el recorrido. Lo que me dio ocasión a observar las maravillas de la estación otoñal: árboles vestidos de amarillo, ocre y rojo formando un cuadro de tal belleza que remití con facilidad a la Belleza del Creador. ¿La estancia en Lourdes? Desde la primera vez que la conocí, fue para mí un trozo de cielo en la tierra. El silencio de las gentes, el rosario en las manos y en los labios, la vela, el agua, las rocas, todos ellos signos en sí que remiten a una realidad interior, que en muchos desemboca en el encuentro con el Señor en la Eucaristía y Reconciliación en su lengua original. Apostolado important