Conscientes de la importancia y de la relevancia de nuestra vida y misión, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada de la Provincia Mediterránea dedicamos, todos los años, una semana a la formación permanente. Ésta no hace sólo referencia al ámbito intelectual de nuestra vida, sino también a nuestra vida espiritual, religiosa, afectiva y misionera.
Habitualmente, debido al número y a la diferencia de etapas vitales, estamos divididos en tres franjas de edad, de modo que podamos juntarnos y compartir experiencias. Este año, sin embargo, hemos realizado una formación a la que estábamos invitados todos los oblatos de todas las edades.
Como ya se ha hecho costumbre en estos tiempos de covid-19, la reunión se ha desarrollado mediante internet, lo que nos ha ofrecido la posibilidad de juntar un número muy elevado de hermanos de todos los lugares: Italia, España, Rumanía, Senegal y Venezuela. Al mal tiempo, buena cara.
Una novedad de este año ha sido la presencia de la familia oblata en estas sesiones de formación permanente. El modelo de la comunidad para los oblatos, decía san Eugenio, es la de Jesús con los Apóstoles. Pero sabemos que, alrededor de esta comunidad, había muchos otros discípulos, hombres y mujeres que seguían al Señor. Se ve claramente en el Evangelio de Lucas cuando habla de los 72 que fueron enviados por Jesús a evangelizar.
También alrededor de nuestras comunidades hay tantos colaboradores de Cristo con quienes compartimos vida y misión: los laicos asociados y algunas familias de vida religiosa femenina, como las COMI y las oblatas. También ellos han tenido un papel significativo en esta sesión de formación permanente, ayudándonos a crecer en gracia y santidad para mejor servir a la propagación del Reino de los cielos. Agradecemos a Dios su presencia entre nosotros y el cariño con el que nos han hablado, signo del Espíritu en este tiempo de la Iglesia.
Comentarios
Publicar un comentario