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Oración vocacional de junio



Dios cuenta con María 

Buenas tardes y bienvenidos: Nos hemos reunido, como cada mes, para sentirnos comunidad oblata, para orar, dar gracias a Dios por la vocación y renovar nuestra entrega a Dios que nos ha elegido para ser instrumentos de su amor y misericordia. El título que hoy enmarca nuestra oración: “Dios cuenta con María”, nos invita a poner la mirada en nuestro ayer y recordar cómo también Dios contó con San Eugenio de Mazenod y nuestros primeros hermanos para proyectar el sueño de la Congregación. Este encuentro es ya un motivo de agradecimiento a Dios por la valentía y la confianza en la Providencia que tuvieron para responder a esta intuición que sentían de fundar una Congregación. Cada uno por separado, confiaron esta intuición en las manos de María. Hoy te invito a ti, a sentir esa voz que te llama por tu nombre. Hoy toda la Congregación es invitada a escuchar nuestro primer nombre: “Misioneros Oblatos de María Inmaculada”. Miramos a María y presentamos de manera especial a los jóvenes para que escuchen la voz de Dios. 

Alabemos al Señor que ha enriquecido a su Iglesia con el don del sacerdocio, con las múltiples formas de vida consagrada y con innumerables gracias, para la edificación del pueblo y servicio de la humanidad. Damos gracias al Señor, que hoy continúa llamando. Elevemos nuestra humilde y confiada oración por intercesión de María, mujer de entera disponibilidad a Dios, modelo para todos los que han consagrado su vida al servicio del pueblo de Dios.

Canto

Evangelio según San Lucas (1, 26-38) 

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró. 

Breve silencio

Reflexión 

María es aquella que, desde su concepción inmaculada, refleja más perfectamente la belleza divina, la belleza de Dios en una criatura tan amada. María aparece ante nosotros como ejemplo sublime de consagración, por su pertenencia plena y entrega total a Dios. Elegida por el Señor, que quiso realizar en ella el misterio de la Encarnación, nos recuerda a todos los la primacía de la iniciativa de Dios. María ha dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella. María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana. Cercana a Cristo, con José, en la vida oculta de Nazaret, presente al lado del Hijo en los momentos cruciales de su vida pública, la Virgen es maestra de seguimiento incondicional y de servicio asiduo. En ella, brilla de este modo todo el esplendor de la nueva criatura. La miramos como modelo de obediencia y entrega al plan del Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu. Identificarse con Cristo significa asumir también el tipo de vida de María. 

La relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud. 

Fue en profundo clima de oración donde María aceptó su misión, y fue gracias a la oración por lo que pudo ser fiel a Dios hasta su último aliento. Unámonos a ella para orar al Señor con su misma fe. Con María, Señor Jesús, deseamos recibirte, amarte, seguirte, acogiendo en nosotros el acontecimiento de tu encarnación. Abre nuestro corazón a la gratuidad y pon en nuestros labios el “hágase” de nuestra ofrenda. 

Señor Jesús, consiéntenos entrar en el silencio de María, permítenos habitar su disponibilidad. Deja que compartamos su libertad y su incondicionada entrega. 

Y tú, María, Virgen, Esposa, Madre, danos tu asombro para contemplar el Misterio que se ofrece, la Promesa que se cumple, la Gracia que toma rostro. “Henos aquí; que se haga en nosotros según su Palabra”. 

Breve silencio 

Canto

MARÍA EN LA ESPIRITUALIDAD DE LA CONGREGACIÓN SEGÚN EL FUNDADOR

El primer nombre de la Congregación fue el de Misioneros de Provenza. Este nombre dejó de ser apropiado cuando los misioneros hicieron una fundación y ejercieron su ministerio fuera de Provenza. Se adoptó entonces el nombre de Oblatos de San Carlos. Este pudo ser propuesto por algunos miembros de la Sociedad, puesto que el P. de Mazenod escribe al respecto: «Tengo que confesarle aquí que yo estaba muy extrañado, cuando se tomó la decisión de tomar el nombre que he creído deber abandonar, de ser tan poco sensible, de experimentar tan poco gusto, diría casi que cierta repugnancia, por llevar el nombre de un santo que es mi protector especial y al que tengo tanta devoción». El primer documento que conocemos con el nombre de Misioneros Oblatos de San Carlos es la carta de aprobación de las Reglas firmada por Mons. Fortunato de Mazenod el 8 de mayo de 1825.

Antes de la audiencia concedida por el Papa en 1825, el P. de Mazenod decide cambiar el nombre de su familia religiosa. Hace entonces una adición a la súplica preparada el 8 de diciembre, y el 20 habla de ella al Papa León XII. El cambio, introducido en el último momento, podría indicar cierta vacilación de su parte o la instabilidad de la obra, factores que vuelven difícil, si no imposible, la aprobación pontificia.

Como observa el P. Jetté, el nombre de una familia religiosa expresa de ordinario su naturaleza, su esencia, su función. Parece seguro que la elección del nombre de «Misioneros Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María» haya sido en el P. de Mazenod la maduración de una nueva y más profunda visión de la misión de la Congregación. Descubre a María como el modelo más adecuado de la vida apostólica que quiere para su Congregación, como la persona más comprometida en el servicio de Cristo, de los pobres y de la Iglesia. En su carta al P. Tempier empezada el 22 de diciembre de 1825, dos de sus reflexiones llaman la atención: cierta fascinación por el nuevo nombre y la pena de no haber pensado antes en él. Parece darse cuenta de que, aunque siempre había amado a María, no había comprendido aún el papel esencial que ella ejerce en el proyecto de la Redención. Al buscar el patrono que mejor expresara el fin de su Congregación, es decir una persona seguidora de Cristo, comprometida en el apostolado al servicio e instrucción de los pobres, no había pensado en María. En Roma, comprende lo que es verdaderamente María. El nombre de la Congregación nace, pues, de un descubrimiento según el cual sus miembros, para responder realmente a las urgencias de la Iglesia, deben identificarse con María Inmaculada, «ofrecerse» como ella al servicio del proyecto salvífico de Dios.

El P. de Mazenod no escogió el nombre de la Congregación por razón de culto, sino más bien movido por el deseo de que la identificación de los oblatos con María sea el programa de vida para ellos. Lo indica con dos expresiones equivalentes: «Será tan glorioso como consolador para nosotros estar consagrados a ella de forma especial», y «consagrados a Dios bajo los auspicios de María». Aquí se trata, mucho más que de signos habituales y externos de devoción personal o que de la propagación de una práctica de culto mariano. A partir del día de su oblación, no basta ya a los oblatos ser «simples siervos de María»; es preciso que le sean «consagrados de manera especial».

El fundador quiso que María estuviera siempre presente en la vida de la Congregación. Le asigna por eso un lugar apropiado en la oración individual y comunitaria. Pide a los oblatos que confíen a esa «Buena Madre» todos sus problemas. Despierta el culto mariano y quiere llevar a los fieles hacia Jesús y hacia María.

Una de las prácticas introducidas por el fundador desde el principio del Instituto es el saludo: Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada. Pero este uso existía ya en la Asociación de la juventud cristiana de Aix. Eugenio terminaba los ejercicios y las reuniones haciendo cantar esas palabras; y lo mismo hacía al final de los ejercicios de las misiones parroquiales. Otra práctica piadosa es la visita a la Santísima Virgen impuesta a los oblatos por el texto de la primera Regla. Interesa notar que esta visita se realiza en una atmósfera muy familiar, puesto que leemos en el Directorio del noviciado: «¡Qué consuelo para el hijo de María Inmaculada poder así saludar a su buena Madre, declararle su dedicación y su ternura, descansar sobre su corazón maternal!».

El Capítulo de 1826 había decidido, a propuesta del P. de Mazenod, que «en todas nuestras casas se rezara cada día tras la oración de la noche una Salve por el papa León XII nuestro insigne protector; y después de su muerte, en el aniversario de la misma, en vez de esa oración se celebrara un oficio solemne a perpetuidad en la casa en que resida el superior general». Cuando murió León XII, el 10 de febrero de 1829, se dejó de rezar la Salve a sus intenciones. Se la volvió a rezar tras la muerte del fundador, que expiró mientras se terminaba el rezo de esa oración. 

Breve silencio

Canto

PETICIONES

Llenos de alegría y gozo por sentirnos llamados a la gran misión de anunciar la Buena nueva a todos los hombres, dirijamos al Padre nuestra oración confiada: R/. Te rogamos, óyenos. 

• Por los pastores de la Iglesia, para que, formados en la escuela de María, Reina de los Apóstoles, sean fieles mensajeros de la Palabra de Dios. R/. 

• Por todos los cristianos, para que, encontrando en María la fuente de la alegría, vivan con autenticidad su propia vocación, dando testimonio de fidelidad radical al mandato del amor. R/. 

• Por los jóvenes, para que, a ejemplo de María, busquen la verdad con corazón libre y puro, asumiendo sus dificultades y sacrificios inherentes a la fidelidad radical al Evangelio. R/. 

• Por las personas que han dedicado sus vidas al seguimiento de Cristo, para que, mirando a María, sepan ofrecer a todos el testimonio de una entrega generosa y serena. R/. 

• Por los que están pensando qué hacer con su vida. Que sepan ser fuertes y decididos en su opción de vida. R/. 

Señor, Dios nuestro, por medio de María concédenos poner todas nuestras cualidades al servicio de la expansión de tu Reino. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 


Padrenuestro 

Oración 

Santa María, Esposa Inmaculada, Madre de Dios, conserva en nosotros un corazón de niño, puro y limpio como agua de manantial. Danos un corazón sencillo, que no se encierre en sus propia tristezas; un corazón obediente y generoso, como el tuyo, que ninguna ingratitud pueda cerrar y ninguna indiferencia pueda cansar. R/. Amén. 

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