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Jóvenes-discípulos-misioneros

 


Para fraseando a nuestro querido fundador, san Eugenio de Mazenod, quien decía a los comienzos de la Congregación que ésta, a pesar de ser pequeña en número, debía tener un corazón grande como el mundo, el grupo de jóvenes oblatos de España, aun siendo pocos, ha querido abrir sus fronteras más allá de lo hasta ahora conocido.


De este modo, dos años después de lo previsto, debido a la ya consabida irrupción de la pandemia, jóvenes de Madrid, de Málaga y de Valladolid han salido de su tierra para ir a Senegal a compartir su fe y conocer a nuestros misioneros en este país.


Esta ha sido la primera experiencia misionera, con la que se cierra un ciclo de formación y conocimiento del carisma que nos ha llevado desde su origen en Aix, hasta vivir el lema de los Misioneros oblatos de María Inmaculada:
Evangelizare pauperes misit me. 


El programa de la misión consistió en realizar un campamento con los niños de la parroquia de Mbour, con quienes, a pesar de las barreras propias del idioma, pudieron jugar, bailar, cantar y rezar, pues lo verdaderamente humano entiende el lenguaje universal del corazón. 


También pudieron compartir sus costumbres, como comer todos del mismo plato (incluso un día con la mano), y sus dificultades, como es la falta de baños tal y como estamos acostumbrados en nuestras casas.



Experimentar el cariño de los niños y ver sus caras de ilusión al recibir los sencillos regalos que se les hacían, conocer a algunos de los oblatos de Senegal, que les recibieron como hermanos, y poder compartir la fe con los jóvenes oblatos del lugar, completaron una vivencia inolvidable que algunos de los participantes nos describen con sus propias palabras.


Carlos, de Málaga, comparte con nosotros que «ha sido una experiencia muy bonita de vivir en comunidad pero es duro ver la pobreza extrema que hay en el país. Nuestra experiencia de misión ha consistido en una semana de campamento con los niños de Mbour, conocer la familia y pueblo de Jean Marie, la familia de Jean Maurice, y las diferentes parroquias Oblatas.  La misión ha sido muy intensa, desde comer con los niños en el mismo plato con las manos hasta ir en burro. La misión hace que valoremos lo privilegiados que somos en todos nuestros ámbitos de nuestra vida, pero no hay que verlo con tristeza si no con humildad y siendo consciente de las diferencias.


Otro punto importante es la necesidad de misión que San Eugenio nos ha trasmitido. Esto es fundamental para entender las cosas que hacíamos, porque no hacíamos nada material si no al contrario, estando. Es muy bonito vivir en una comunidad Oblatas estás experiencias. Es difícil plasmar estas dos semanas en un texto. Resumiría mi experiencia en sentir como nueva aquella unidad y en tener un corazón tan grande como el mundo.

Quiero terminar este pequeño compartir dándole las gracias a Jean Marie por la experiencia que nos ha hecho vivir a todos, sin él pues habría sido más difícil entender las diferentes situaciones que hay en Senegal. San Jean Marie Sene».


Para Iván, del barrio madrileño de Aluche, «la experiencia del viaje misionero a Senegal ha sido una oportunidad de mirar a las personas inmigrantes con otros ojos, con una mirada profunda que no se quede en lo superficial sino en pensar y entender las razones por las que dejan su país. Del mismo modo ha significado para mí una exigencia de humildad y de austeridad en cuanto a lo material».


Natalia, su hermana, que ha participado también en la misión escribe: «La misión en Senegal ha sido una gran oportunidad de crecimiento personal y de superación de retos y miedos, de hacer esfuerzos y superarse cada día más para poder dar a los demás lo mejor de cada uno. He podido disfrutar de conocer una nueva cultura y enriquecerme de ella, así como de todas las personas y niños que hemos conocido, han sido momentos de paz y de alegría absoluta. Me llevo cada pequeña sonrisa y abrazo que he recibido, cada pequeño agradecimiento. Estoy enormemente agradecida a Dios y a los Oblatos que nos han brindado esta gran oportunidad».


Miguel, otro joven de la misma parroquia de san Leandro, comparte con nosotros: «Es difícil describir una experiencia misionera de varios días y lugares en pocas palabras pero, si tuviera que resumirlo en una expresión, diría lo mismo que me dijo una vez mi tío comiendo: “¿Sabes a qué sabe esto? Sabe a poco”. Entender de verdad la misión consiste en vivirla, y tras haber vivido un poco de lo que la misión es, siento lo mismo que se siente con la fe: el despertar de un enorme hambre por conocer y vivirla más».


De esta misma parroquia viene Miryam, quien nos cuenta que «la experiencia vivida en Senegal ha sido una de las más enriquecedoras y a la vez más duras que hemos podido compartir juntos como jóvenes oblatos; ya que hemos sido capaces de descubrir a Dios en cada persona que nos hemos cruzado, los cuales aún siendo pobres, irradiaban felicidad y alegría constante. Ahora la misión de Senegal ha terminado para nosotros, pero tenemos claro que una nueva misión empieza en nuestros hogares y barrios donde también es necesario darse a los demás. Eternamente agradecida a los Oblatos por brindarnos una experiencia como esta, al igual que a todos aquellos que han sido tan generosos de donar para que todo lo que hemos llevado a cabo haya podido salir adelante, gracias».


También Guille ha querido compartir lo vivido estos del días. Escribe: «en esta misión a Senegal he sentido el poder de transmitir , en todo momento, mi felicidad a los niños y niñas. He sido capaz de entender las numerosas dificultades que puede tener un habitante de Senegal en su día a día. Definitivamente es un choque de realidad enorme, que me hizo abrir los ojos ante la suerte que hemos tenido al haber nacido en España. Una misión que me hace valorar casa pequeña cosa que tengo».


Por último, Elena, gaditana de origen y malagueña de adopción, comparte con nosotros una profunda y larga reflexión que sirve de colofón a esta primera experiencia misionera de los jóvenes oblatos de España. Escribe: «La experiencia misionera en Senegal ha sido enriquecedora tanto a nivel de fe como a nivel personal.


A nivel de fe descubres cómo funciona un país con dos religiones muy diferentes pero en completa armonía y respeto. Llama especialmente la atención la importancia que se le da (que es la que merece) a la actitud y buena presencia en misa o en cualquier evento cristiano: arreglarse para la misa de domingo como nosotros nos podríamos arreglar para la misa de Navidad y el buen comportamiento, siendo conscientes de que ahí está el Señor. Se respira mucha fe y lo mejor es que está bien visto entre todas las edades ir a la Iglesia y creer. Mucha envidia sana en esto último, que a diferencia de Senegal, en España, sobre todo la juventud, es juzgada por ser creyente, ya que parece que la religión es algo del pasado. Mucho que aprender de la fe y constancia de estos jóvenes que hemos conocido.



A nivel personal te hace abrir los ojos. Recuerdo cómo una amiga que estuvo de misión en Perú me contó cuánto le chocó la pobreza al vivir allí. En su día, aunque quisiera, no pude entender al 100% la realidad de esa visión. Es de esas cosas que tienes que vivir, verte envuelto en esa realidad para entender a qué se refería. Senegal es un país lleno de contrastes: vas en el autobús viendo las calles sin asfaltar, sin alcantarillado, los niños pidiendo, los edificios a medio construir o medio en ruinas, los tejados de chapa y de repente ves una pantalla led súper grande anunciando un móvil de última generación. Yo no sabía qué esperarme de Senegal, era la primera vez que visitaba un país con esa incertidumbre sobre el cómo será.


 Es cierto que cuando lo comparas con tu vida (porque es imposible no caer en comparaciones) te impacta la pobreza. Pero una cosa que me gustó mucho al hablar con las monitoras del campamento de Mbour, fue su respuesta a la pregunta de si se consideraban pobres. Ellas nos respondieron que no se sentían pobres. Y llevan razón. Su respuesta fue algo así como: tenemos para comer (y más de una vez al día), tenemos casa, ropa, recibimos una educación... Y encima tenían fe. Lo piensas y es que, literalmente, no se necesita mucho más. Ellos son plenamente felices y, lo que yo percibí, es que no sentían que les faltase nada. 


Salir de nuestra tierra nos hace descubrir otra realidad, otro mundo, que según lo mires, no es ni mejor ni peor que el nuestro, sino diferente. Tal vez sea difícil verlo así, pero a mí la vida senegalesa me transmitió paz, tranquilidad, fe, armonía, comunión y felicidad. 


Comíamos arroz todos los días, pero a ellos les encanta su arroz con pescado, por mucho que nosotros pensáramos "puf, ¿otra vez arroz?". En nuestro país y en nuestra realidad consumista y globalizada parece que nadie está feliz porque no tiene esto, porque quiere aquello, porque quiere llegar a x objetivo. 


Mientras que en nuestra realidad solo pensamos en el futuro, en lo que ganaré cuando trabajaré y en lo que me compraré porque solo cuando tenga todo esto podré tener una vida plena, en Senegal es el aquí y ahora. He aprendido a disfrutar del presente allí. A fluir. A que pasen las horas y simplemente pasarlo bien con los que tenía alrededor, sin pensar en qué viene después. 


Todas estas nuevas formas de ver la vida me las llevo como enseñanzas y le sumo una última. He aprendido qué es lo que es ser misionero. No importa cuál sea la labor del misionero, si es más visible a ojos de todos o no tanto, su labor es vital. Y es un continuo dar y recibir. Y al final lo más invisible para los que solo se lo imaginan pero lo más real para el que lo vive es que el amor que das, lo recibes multiplicado. 


Estoy inmensamente agradecida por haber compartido esta experiencia con tantas personas que me han aportado tanto. Compañeros de risas, soporte cuando te cansas (o te mareas por el calor), apoyo en los momentos duros, ejemplo los unos de los otros, aprendizaje continuo, ya fuera en actitud, en hacer un taller, comer arroz con la mano, un canto nuevo o insultos en lengua de signos. 


Me ha encantado ver a los tres oblatos que nos acompañaban, Misioneros Oblatos de María Inmaculada, sentirse en casa aún estando tan lejos (bueno Jean Marie ya estaba en casa, pero me entendéis). La misión ha sido el camino que han elegido, que ha elegido Dios para ellos y se nota. Los ves allí con aquella gente que acababan de conocer y por el cariño con el que los trataban parecía que los conocían de toda la vida.


 Han sido testimonio de fe y de vida misionera. Experiencias como estas se clavan en el alma y en el recuerdo y espero que me moldeen para hacerme mejor persona y cristiana».



Damos las gracias a todos los jóvenes que han hecho posible esta misión y los que la han compartido con nosotros, para que, incluso en la distancia, nos podamos enriquecer de lo vivido.


El primer presidente de Senegal fue cristiano y poeta. Se llamaba Léopold Sédar Senghor y, a la sobra de este baobab en Ngas-o-bil, donde estudió, estaba escrita una de sus poesías. Este género literario nos acerca a lo invisible, a lo que no puede ser expresado del todo con palabras, pero que, sin embargo, es real y está presente en nuestras vidas. Algo similar ocurre con la fe: a veces no la valoramos, pero da sentido y contenido a todo lo que hacemos.


Si algo podemos sacar de esta experiencia que tan bellamente nos han contado, es un crecimiento en la fe y en la esperanza. Haciendo un pequeño y agradecido homenaje a Senegal y sus habitantes, recordamos un verso de Antonio Carvajal que recoge esta enseñanza, cuando escribe al comienzo de su poema con todo a la esperanza vivo asido


Ojos oscuros: Palabras,
palabras, labios. Silencio.
¡Silencio, siempre! Y estaba 
allí la esperanza, el gesto.

























Comentarios

  1. Gracias por hacerme partícipe de vuestra enriquecedora experiencia, que me sirve de reflexión y de acción de gracias.

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  2. Qué bonito reflejo de lo que habéis vivido, gracias por vuestra Mision

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  3. Montserrat Gonzálezagosto 16, 2022 3:39 p. m.

    Gracias por compartir vuestra experiencia en la misión, con tantos valores para rescatar y aprendizaje para la vida . Muy buenos los testimonios .Os felicito por vuestro coraje misionero .

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  4. Muchas gracias por compartir vuestra experiencia.
    Da mucha fuerza y alegría recibir el testimonio de unos jóvenes valientes que viven su fe sin complejos.

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