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Con Dios en la "zona gris"


Supe del Servicio Cristiano de Salvación por las noticias de la página del Centro Católico de Medios, dirigido por los Oblatos, y poco después, casualmente (aunque para Dios no hay casualidades) , hablé por teléfono con su valiente y decidido director, el Sr. Andrii Chmilenko, marido de nuestra buena voluntaria Lesia Kotsiuba. A ello se unieron las palabras del Nuncio Apostólico durante la homilía en la solemnidad de la Navidad del Señor: no sólo hay que hablar de paz o rezar por ella, sino que hace falta también actuar de modo concreto. Y precisamente por ello nos fuimos a la “zona gris” junto a Mariupol con nuestro seminarista Andriy  Havlich OMI para servir, un poco aunque sea, a la gente de allí, que tiene que vivir entre puntos de control, oír casi a diario explosiones y estar bajo presión.

 Lógicamente hay muchas vivencias, interiores y exteriores, por ejemplo la de que ante nuestros ojos unos pueden matar a los otros, que la gente que antes vivían del turismo y tenían la playa, hoy con pesar contemplan el mar lleno de minas, al que no pueden acceder ni los pescadores.

Han sufrido mucho los últimos dos años: ante sus ojos vieron desfilar en sus plazas a los “prorrusos” y a “los nuestros”; por más de medio año no tuvieron ni luz ni calefacción; no les pagan el salario ya más de un año; viven al día, y en la boca sólo tienen una palabra de esperanza: “¡Que por fin se acabe la guerra!”

Algunos de ellos por los grandes sufrimientos, el “shock” y el estrés han tenido problemas cardiovasculares, otros perdieron su casa, hay quien cayó en la desesperación y en el alcoholismo sin salida, y hay quien vive aún con la esperanza de tiempos mejores. 

En general son gente buena, sencilla y honesta a los que sirven, ya más de 6 meses, los voluntarios del Servicio Cristiano de Salvación: Volodymyr Zavadskyi con su mujer Oksana y los voluntarios de la Escuela cristiana de Vida y Evangelización, jóvenes que entregan su tiempo, corazón y valentía para llevar a Dios a la gente, así como el ejemplo de su propia vida mostrando que para Dios ellos son lo primero y que el Señor no los abandonará. 

El matrimonio de los Zavadski y estos jóvenes son verdaderos héroes que se apresuran a ir a los ancianos y enfermos, les ayudan a sentir el amor de Dios, también sirven a muchos niños que crecen entre explosiones, disparos y cargas, niños cuya infancia es totalmente distinta, más parecida a la juventud de nuestros bisabuelos y abuelos que crecieron en la Segunda Guerra Mundial. 


Muchos de estos niños han tenido que pasar más de una noche en el sótano por las explosiones. Tiemblan ante los sonidos de la guerra, pero por la mañana tienen de nuevo el valor de ir al jardín de infancia y a la escuela, y a ellos acuden en su ayuda los voluntarios del Servicio Cristiano de Salvación. 

Los niños y educadores acogen con entusiasmo a los voluntarios, pues ven alegría en estos sus rostros dedicados a Dios. “Son distintos a la juventud de hoy”, afirma Natalia, “sus rostros irradian a Dios”. Justo de estas personas hablaba el II Concilio Vaticano en su decreto sobre el Apostolado de los laicos “Christifidelis Laici”: los laicos están llamados a llevar la Buena Nueva a lugares así, donde hay dificultades, transformando esa tierra con su ejemplo. 

Los jóvenes del Servicio Cristiano de Salvación intuitivamente sintieron el llamamiento del todo apremiante de hoy: es un servicio de reconciliación. La reconciliación y el perdón son necesarios a todas las personas de Ucrania, no sólo a los paralizados por el terror en la “zona gris”, sino a todo el que perdió a un padre, marido o hijo, a todo el que los disparos arrancaron la salud o el hogar, a las familias divididas por los distintos puntos de vista y las fronteras. En su día nuestro cohermano el P. Ludwik Wrodarczyk OMI fue un apóstol tal de la reconciliación en la región de Volyn (N. del T. – la región de Volyn es un territorio fronterizo entre Ucrania y Polonia en el que se produjeron conflictos y matanzas por ideologías nacionalistas a mediados del siglo XX), cuyo proceso de beatificación comenzó en la ciudad ucraniana de Lutsk en 2016. Seria bueno pedir la reconciliación por intercesión suya (www.wrodarczyk.omi.org.ua).

 Me impresionó mucho el sótano en el que viven Volodymyr y Oksana: dejaron el apartamento cómodo y tranquilo, y con ducha, de Kiev para vivir en estas condiciones... Los voluntarios viven en la auténtica pobreza y de forma muy sencilla, pues todo lo que obtienen de los bienhechores lo dan a los pobres. Gracias a Dios no falta la gente comprometida que comparten con ellos lo que tienen, tales como las Hermanas de San Pablo de Chartres que junto a los parroquianos de  la ciudad de Obukhiv (N. del T. en esta ciudad se halla la casa central de los Oblatos en Ucrania) y los Misioneros Oblatos de María Inmaculada se unieron ahora al grupo de dichos benefactores. 


En Ucrania llevamos más de tres años oyendo la frase “Gloria a los héroes”, frase escasamente difundida con anterioridad. Y puede que muchos de nosotros nos preguntemos hoy: “¿Quiénes son estos héroes de hoy”? Hablando con los soldados, los cuales hace un años recibían cartas de los niños de Ucrania y hoy son casi del todo olvidados, ya que desafortunadamente pronto nos acostumbramos a esta guerra, además de la indiferencia y el endurecimiento de nuestros corazones, vimos que es necesario recordar que en Ucrania y en la Iglesia Romano-Católica (N. del T. en Ucrania también hay católicos de rito bizantino) hay jóvenes, gente valiente, que traen aquí a Jesucristo.  ¡Ellos son los verdaderos valientes para los que el Señor está por encima de todo! A ellos no les asustan ni las balas ni los edificios derruidos, ni las ráfagas de ametralladora ni las minas; ellos trabajan de forma concreta para alcanzar la paz, haciendo de las bienaventuranzas evangélicas el verdadero fundamento de sus vidas. De ellos se dijo: “Bienaventurados los pobres, los perseguidos por la verdad, y, también, los que trabajan por la paz”, es decir, aquéllos que no sólo hablan de paz, sino que en esta tierra ennegrecida por los disparos trabajan por la paz. Gracias a ellos nos es mucho más fácil trabajar a los sacerdotes que vamos de cuando en cuando a la zona “gris”, “negra” (por las explosiones de la artillería), o “roja” (por la sangre). Vamos allí no sólo para llevar otro cargamento humanitario más a la población local o a los soldados, sino para llevarles a Cristo.



La gente reciben a Dios tras muchos años de alejamiento, pues pueden ver bien que a la persona no le aporta nada confiar en los bienes terrenos. La población de Shyrokine, la más rica de la comarca en su día, con majestuosos edificios y automóviles caros, hoy está totalmente destruida, lo cual recuerda dolorosamente que ¿de qué le sirve al hombre conseguir incluso todo el mundo, si arruina su alma? ¿Qué puede dar el hombre por su vida?

A menudo se dieron encuentros que no olvidaré, ya sea porque algunos soldados de guardia pedían humildemente la bendición y con devoción recibían los rosarios bendecidos, sujetándolos fuertemente en sus manos, al tiempo que otros, indiferentes o sorprendidos, se sonríen cuando menos al ver al sacerdote en chaleco antibalas y sotana, o ya sea por las muchas confesiones conmovedoras de los que acuden a ella tras muchas décadas. Y por encima de todo, la alegría en los ojos de las personas al saber que el Señor los ha encontrado incluso en estas condiciones. 

P.S. Nuestros abnegados voluntarios Volodymyr y Oksana desean para los niños de esta triste zona de guerra crearles un albergue de recreo. Quien quiera donar a los niños alegría, le encomiendo apoyar esta iniciativa, de la que se habla con más detalle en la página del Servicio Cristiano de Salvación. http://crs-center.org/.

 P. Pavlo Vyshkovskyi OMI

(Superior de la Delegación OMI en Ucrania)

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