"Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene."
Este trozo de salmo me ha acompañado durante estos últimos meses, lo he rezado muy a menudo subido en la bicicleta en el viaje por Islandia y esta misma frase ha sido justo mi experiencia de la expedición.
2118 km es la distancia que me separaba de mi nuevo comienzo (Nowy Początek en polaco, el nombre de la expedición de este año). Un nuevo comienzo muy real que significaba dejar todo lo que tengo para seguir a Jesús y responder a la llamada de Dios. Y empecé a pedalear.
Cada kilómetro fue un reto, cada movimiento de mis pies; con cada bocanada de aire me fui construyendo, Dios me fue construyendo. En esas tres semanas mi vida entera pasó por mi mente una y otra vez: quién soy, qué he aprendido, qué he recibido, qué es lo que he dado... mis pecados y preocupaciones, mis victorias, mis deseos y esperanzas, mi fe... la expedición es una versión de la vida misma en miniatura y yo he vivido la mía propia otra vez en los momentos de esfuerzo, con mi sudor, sufriendo a veces, pero en los momentos de alegría y satisfacción también.
Hace un año conocí al padre Tomek cuando estuve colaborando como voluntario en el encuentro que la familia oblata tuvo en Wrocław con motivo de la JMJ que unos días más tarde se celebraría en Cracovia. Tomek es oblato de María Inmaculada en la provincia polaca y desde hacía 10 veranos organizaba una peregrinación en bicicleta con la intención de convocar a un grupo más o menos reducido de jóvenes durante unas semanas, unidos en oración por una intención en concreto.
NINIWA Team, que así se llama el equipo, se había recorrido prácticamente Europa entera y había llegado a lugares tan alejados de Polonia como son Marruecos, Jerusalén o Siberia, movido por la oración y la fe en Jesucristo. Cada año, jóvenes distintos se unen al padre Tomek en la que se convierte en una de las grandes aventuras de su vida y se lanzan al vacío simplemente con su bicicleta, una tienda de campaña y un par de alforjas donde transportar la ropa y comida necesaria para los días de experiencia. Así que ni Carlos ni yo pudimos resistirnos.
"Imagina, decide y lucha". Estas tres palabras movieron el transcurso de los acontecimientos. En aquel momento nos imaginamos yendo nosotros también con el equipo NINIWA en una futura expedición. Al volver a España y después de haber pensado sobre el tema, nos juntamos y decidimos que iríamos al año siguiente, este año, que formaríamos parte del equipo NINIWA en su undécima expedición. Y entonces, empezó la lucha.
Hace un año pensé que Dios podía estar en esta locura de viaje en bicicleta y decidí ir a su encuentro. Mi fuerza de voluntad se unió con mi Fe y mi Esperanza y, a pesar de que hasta entonces nunca me había puesto en serio a hacer ejercicio, empecé a entrenarme y a hacer deporte.
Y año más tarde he sido miembro del equipo NINIWA. Mis límites se han roto, nada es como lo imaginaba. Definitivamen
te, cuando estamos con Dios y confiamos en Él, todo es posible. Seguramente haya que subir montañas muy altas para encontrarle, pero nuestro esfuerzo y perseverancia nos llevarán a la meta.
Esta expedición me ha enseñado cómo debería ser mi vida y estoy seguro de que eso afectará en el futuro a la manera en la que afrontaré mi nueva vida y la respuesta a mi vocación.
Por último, la expedición ha sido un encuentro con el prójimo y la oración por él. Me siento muy afortunado por haber sido capaz de hablar con con todos los participantes y haber tenido la oportunidad de conocer a la mayoría de ellos. Todos nos movíamos rezando por una intención común, pedir a Dios que siga llamando al sacerdocio a jóvenes dispuestos a entregarse y colaborar para gloria suya y el bien de su Iglesia (esta era la intención del viaje de este año); pero cada uno de nosotros era totalmente distinto. Conocer cada historia me ha permitido entender mejor por qué las personas que estaban a mi lado estaban haciendo esta peregrinación junto a mí. Y he podido rezar por cada uno de ellos...
Quizás no conozca lo suficiente a más de 6 personas del equipo como para poder decir que les quiero, pero Dios que lo conoce todo, nos ama a todos, y yo rezado con la certeza de que Él sabía lo que cada uno de nosotros necesitaba.
Ahora cada uno tiene que volver a su vida y afrontar su propio "nuevo comienzo". 55 diferentes nuevos comienzos. Sólo puedo desear lo mejor en este nuevo tiempo y sentirme agradecido por haber tenido la oportunidad de vivir esto. Gracias al padre Tomek por su amor a nosotros y habernos cuidado y animado desde el día en que decidimos formar parte de esta historia. Gracias porque he sentido que Dios nos amaba a través de él. Y rezo a Dios por él y por cada miembro del equipo, para que seamos capaces de retomar nuestras vidas con Dios y sabiendo que "su diestra nos sostiene".
Gonzalo García Mateo
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