Al servicio de la comunidad y de la misión
Durante el mes misionero de octubre, en el Territorio español de nuestra Provincia mediterránea, se ha producido la renovación de los superiores de cuatro de las cinco comunidades. Un acto sencillos, que pasa desapercibido como suele pasar con las cosas de Dios, pero que es de gran importancia para nosotros.
Nuestras Constituciones nos recuerdan lo siguiente: «el superior local está encargado de animar y dirigir la comunidad en su vida religiosa, asegurar su progreso en el apostolado y promover el mayor bien de sus miembros. Estando al servicio de sus hermanos, el superior reúne a la comunidad para que evalúe su experiencia y formule objetivos re- ferentes a su vida común y a sus proyectos apostólicos. Pide la colaboración de todos y mantiene una estrecha comunicación con el Provincial y un contacto fraterno con las otras comunidades de la Provincia» (C. 93).
Así pues, aunque en muchas ocasiones no se vea, pues no siempre el superior de comunidad es el párroco o el más visible en el apostolado, su misión de servicio es fundamental para mantener a la comunidad unida en una profunda comunión espiritual. De ahí brotará el celo misionero y el sentido de familia religiosa y oblata, tan apreciado por todos. Así lo expresaba san Eugenio de Mazenod en la Regla de 1825: «Debe ser, por encima de todo, hombre de oración, solícito en tratar con Dios en coloquio íntimo con Él, no sólo de su propia santificación, sino también del progreso espiritual de todos los que han sido confiados a su cuidado».
Agradecemos la disponibilidad de nuestros hermanos para llevar a cabo este ministerio tan importante y, en ocasiones, tan abnegado. Queremos hacerlo visible aquí no para darle mayor relevancia, sino para que también nosotros les tengamos presentes en nuestras oraciones, pidiendo al Señor que les dé el ánimo y la sabiduría de la que todos, indirectamente, nos beneficiaremos en nuestro camino de santidad. Los presentamos a continuación, para que esa oración cotidiana de cada uno no sea impersonal, pudiendo tener nuestra petición un rostro fraterno querido y concreto.
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