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Peregrinando como familia

 


Mucho tiempo después, debido a la archiconocida pandemia, la familia oblata pudo volver a reunirse presencialmente. Un encuentro ansiado, como lo era en aquellos meses del año 20, el abrazar a nuestros amigos y seres queridos. Algunos, aunque por otras razones, ya no están entre nosotros, por eso les guardamos el domingo en la mañana un emocionado recuerdo.


Pero no adelantemos acontecimientos, porque el encuentro comenzó el viernes y, esta vez, en nuestra querida Málaga, que nos acogió con su habitual calor climatológico y, sobre todo, humano. Para conocernos mejor, nuestros hermanos pozueleños prepararon un quién es quién que nos sirvió para poner nombres y caras a los nuevos miembros de nuestra familia.


Al día siguiente, el buen tiempo malagueño nos permitió peregrinar a la iglesia de los Mártires, los santos patronos de la ciudad Ciriaco y Paula. Cumplimos así nuestro propósito de hacer vida las enseñanzas del último Capítulo general, cuyo esquema peregrinos de esperanza en comunión sirvió de hilo conductor para nuestra convivencia.
 


Las reflexiones del P. Rafael Martín, inspiradas en la lectura de Abraham, a quien Dios invitó a salir de su tierra abandonando el afán de autosuficiencia, junto con el santo rosario preparado por nuestros anfitriones, nos sirvieron para introducirnos en la espiritualidad del peregrino que abre su corazón al Señor y al prójimo.



La mañana terminó con la celebración de la Eucaristía en una de las hermosas capillas de la casa diocesana de espiritualidad, donde se puede contemplar al Señor a la vez en la belleza de la creación y en la de los sacramentos. 


Toda esa fuerza espiritual nos sirvió para dedicar la tarde a la reflexión y el discernimiento. Para ello nos ayudó el P. David López, quien ha estado estrechamente unido al comité que preparó el pasado congreso del laicado oblato. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos? cantaba algún grupo gamberro de los noventa y nosotros  nos lo aplicamos con seriedad porque deseamos vivir la comunión, tal y como nos pedía san Eugenio: ser la familia más unida de la tierra.


Este deseo sólo puede hacerse realidad si permanecemos unidos a nuestro centro común, Cristo Eucaristía. Por eso, nuestros hermanos de Aluche nos prepararon un bella oración con reflexiones del Papa Francisco, invitándonos a poner el acento en lo esencial, ser cristianos, y no en lo accesorio, el modo de vivirlo.


La mañana del domingo, animada por las Misioneras Oblatas y los laicos jienenses, nos lanzó un interesante reto: si tuvieras que definir lo que somos en cuatro palabras, ¿cuáles serían? Dejamos el mismo desafío a quienes lean estas letras, deseando que ocurra lo mismo: ¡qué prácticamente coincidan!


Esto es una fuente de esperanza, pues es signo de que nos guía e ilumina el mismo Espíritu, ese que llevó a Jesús al desierto y le ayudó a superar la tentación. En la misa con la que terminamos nuestro encuentro le pedimos que haga lo mismo con nosotros, para que podamos vivir nuestra vocación de evangelizadores para este mundo.


A esto nos sentimos invitados, releyendo con agradecimiento las palabras que el Papa Francisco dirigió a los participantes del 37º Capítulo general: «que vuestro Fundador, el carisma que os transmitió y su visión misionera sean y permanezcan como puntos de referencia para vuestra vida y vuestro trabajo; para permanecer arraigados en vuestra vocación misionera, sobre todo viviendo el testamento del Fundador, en el amor mutuo entre vosotros y en el celo por la salvación de las almas. Este es el corazón de vuestra misión y el secreto de vuestra vida, y para ello la Iglesia aún os necesita». 








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