Ecos de la JMJ de Lisboa 2023.


En la vigilia con los jóvenes, el Papa Francisco les dijo: «Ahora miremos para atrás, todo lo que hemos recibido, lo que hemos recibido y han preparado, todo eso, ha preparado nuestro corazón para la alegría. Todos, si miramos hacia atrás, tenemos personas que fueron un rayo de luz para la vida: padres, abuelos, amigos, sacerdotes, religiosos, catequistas, animadores, maestros. Ellos son como las raíces de nuestra alegría. Ahora hacemos un segundo de silencio y cada uno piensa en aquellos que nos dieron algo en la vida, que son como las raíces de la alegría. 


¿Encontraron? ¿Encontraron rostros, encontraron historias? Esa alegría que vino por esas raíces es la que nosotros tenemos que dar, porque nosotros tenemos raíces de alegría. Y también nosotros podemos ser, para los demás, raíces de alegría. No se trata de llevar una alegría pasajera, una alegría de momento. Se trata de llevar una alegría que cree raíces. Y me pregunto: ¿cómo podemos convertirnos en raíces de alegría?» Algunos de nuestros jóvenes oblatos han querido convertirse en raíces de la alegría compartiendo con nosotros su experiencia.


Carlos León, un joven malagueño, escribe: «Ha sido una JMJ bastante intensa, en donde he tenido momentos súper bonitos que ahora tengo que "digerir". Destacaría dos de ellos: el primero con nuestro padre superior general Chicho, el cual nos confirmaba que en su idea de familia oblata los jóvenes somos prioridad y que cuenta con nosotros para ayudar en todo lo que pueda hacer falta. También destacaría el que estuviera toda la JMJ con nosotros, a mi personalmente me ha hecho mucha ilusión compartir tiempo con él y verlo como uno más de nosotros.



El otro momento que destacaría es en la adoración durante la vigilia de la JMJ, cuando fue expuesto el Señor, porque creó un ambiente que me encogió el corazón... Más de 1.5M de jóvenes en silencio y rezando. Es una sensación que jamás olvidaré. 


Por último, las palabras del Papa Francisco me han gustado muchísimo, como yo digo comunmente, "cortita y al pie". El Papa Francisco conoce la realidad de los jóvenes, conoce que sufren muchos problemas relacionados con la salud mental. El mensaje que nos trasladaba era que hay que levantarse las veces que hagan falta, que nos apoyemos en los demás para levantarnos y que esta es la única forma permitida de que otra persona te mire por encima.También nos decía que en la Iglesia TODOS  tienen espacio, y si no los jóvenes le creamos ese hueco».


Natalia Ramos, una joven de Aluche también nos ha escrito su experiencia: «La JMJ ha sido una experiencia completamente diferente a cualquiera de las que había vivido antes. El sentimiento de familia que se puede respirar en esta clase de ocasiones es algo indescriptible, realmente es algo que sólo Dios puede hacer. Haber compartido esta experiencia con otros jóvenes de Italia me ha ayudado a reconocer en ellos también el carisma oblato, eso que nos une a pesar de todas las diferencias que existen entre nosotros. He podido ver a Dios en cada una de las personas que han preparado este encuentro, y no puedo estar más agradecida a Dios, y una vez más a los Oblatos, porque siempre nos cuidan y se entregan hasta el final por nosotros».


Paula Medina insiste en el ambiente de comunidad y de alegría, y comparte con nosotros que «la primera palabra que me viene a la mente al pensar en esta JMJ es sobrecogimiento. Sobrecogimiento ante la inmensidad del mar de jóvenes reunidos y unidos por una misma fe y la evidente presencia de Cristo en medio de nosotros. He sentido realmente que Él me miraba a través de los ojos de miles y miles de personas. Ha sido una dosis de esperanza para afrontar de nuevo el día a día y llevar la "alegría misionera" conmigo».


Fernando Cuenca y Marina Tocino, ambos malagueños, también nos han dejado unas palabras: «"Confianza, Apertura, Flexibilidad y Paciencia". Así comenzaba la JMJ, sin saber dónde iba, ni cuánto tardaría... pero confiaba sin saber por qué, abriendo el corazón a cualquiera que se cruzara compartiendo camino y vida; contagiando y dejándome contagiar de la alegría. Es curioso como nuestro papa Francisco resumía en la noche de la vigilia todos estos sentimientos en una frase: "Ayudar a levantarse. Amar sin tener miedo, como Dios nos ama, sin maquillaje"».


Otra malagueña, Mamen Barranco, escribe: «Solamente añadir que me ha encantado poder vivir la JMJ formando parte de la familia Oblata un año más de todos lo que se van sumando, y si algo está claro es que esto es obra del Señor quien no levanta su mano de nosotros para que continuemos en el camino de la fe, perseverando, adaptándonos a las circunstancias en las que la vida cambia, queriendo a todos por como son de la forma más sencilla, sin la pretensión de que los demás sean perfectos a nuestros ojos, al igual q NO lo somos ninguno de nosotros


Ahora es el momento de hacer ver a TODOS los demás que NO forman parte de la iglesia, que tienen su sitio dentro de ella, y que el amor de Dios es infinito,  y que nosotros como parte de la Iglesia, sigamos luchando para tener un amor tan grande como el que Él mismo nos enseña cada día. Espero que el mensaje de nuestro querido Papa Francisco no decaiga, y que colaboremos en que la iglesia vuelva a coger la relevancia que se merece para la mejora en la calidad de vida de todas las personas que estén dispuestas a escucharnos, y sobre todo a vernos a través de nuestro propio ejemplo de vida, el bien que te hace todo esto para contigo y para con los demás que te rodean. Que el amor de Dios siga derramando su gracia en nuestros corazones todos los días de nuestra vida, y seamos siempre Luz de Cristo»


Uno de los oblatos que ha acompañado a los jóvenes, el P. Alberto Costa, también nos cuenta su experiencia: «He vivido la JMJ, mi primera, y sus días previos con 70 jóvenes procedentes de España y 200 de Italia.Como es mi primera JMJ, con ninguna otra la puedo comparar. Puedo, sí, decir cómo ha sido esta desde mi punto de vista. Un versículo evángelico dice: "Por sus frutos los conoceréis". Si algo viene de Dios, de Él lleva su sello y marcas caractéristicas, si viene del demonio, también. Hay que discernir estas marcas para darse cuenta de eso que vivo dentro, eso que siento, esa idea que tengo, ¿de quién es? Lo que yo he visto es un grupo de jóvenes de constante buen humor, alegría y camaradería entre ellos y con los otros jóvenes, muchedumbre, con los que se cruzaban.


Entre colas de esperas para beber, comer, ir al baño, entrar al metro o al autobús, acceder a los sitos donde se iba a rezar... no escuché ninguna queja, ninguna muestra de impaciencia. A pesar del calor, de dormir en el suelo, o contar con pocas duchas, todos se trataban con respeto, con cariño. Se oían cantos, chistes, sonrisas. Podría uno, haber cosechado otros frutos. ¿Cosechar cantos, alegría, respeto... a pesar de tanta incomodidad? Eso es presencia de Dios en el corazón de quienes hemos soportado la incomodidad. Eso es Dios derramando dones.


Destaco el momento en que el Papa expuso el Santísimo. Unos minutos antes, un millón de jóvenes cantábamos,  reíamos o hacíamos cola para entrar al baño. Cuando comenzó la oración, y sobre todo, cuando se nos expuso el Santísimo, todos se pusieron de rodillas y nos envolvió un silencio atronador. ¿Cómo es posible tanto silencio en esta multitud? Fue la brisa de Dios pasando. 


Bueno, así lo interpreto yo. Destaco también el cariño de los jóvenes ante el Papa. Un hombre de 87 años tan admirado, querido y aplaudido. Valorábamos cada palabra, aplaudíamos sus ideas que coincidían lo que sienten los corazones bien intencionados. Algo de esto mismo puede decirse de cómo trataban y escuchaban los jóvenes a nuestro Superior General. En fin, frutos, dones de Dios actuando en tantos jóvenes. Que no se malogre lo que cada uno hemos cosechado, por gracia de Dios, en esta JMJ.


Por último, una de las más jóvenes del grupo, Manuela Portillo, de Pozuelo, nos cuenta la experiencia de su primera JMJ: «El último día de la jornada, tuvimos una vigilia con el Papa y fue impresionante como miles y miles de jóvenes, tan distintos los unos de los otros, guardaban silencio durante la exposición del Santísimo. Delante de mí a unos pocos metros había dos jóvenes rezando de rodillas, colocados el uno al lado del otro. De pronto el chico de la izquierda se echó a llorar, parecía derrumbado y se notaba que estaba sufriendo y no sé cómo pero pude sentir ese sufrimiento y yo también me eché a llorar. El chico que estaba a su derecha le cogió de la mano y tampoco puedo explicar cómo, pero pude ver a Dios en medio de ellos, y creo que eso es precisamente la JMJ, un montón de personas que sufren, que se alegran y  que sienten individualmente, que se juntan por el amor y la por la gracia de Dios.
 En ese momento entendí que Dios me llama y que creo que nos llama a todos a coger la mano del que sufre y a abrazar a los pobres, a los pobres de amor, de alegría, que como dijo el Papa, mi alegría tenía que ser misionera.


Otro momento que me pareció impresionante fue en el encuentro con todos los jóvenes oblatos, cuando cantamos una canción que dice; "entre vosotros la caridad, el amor sincero que no acabará. Y entre la gente un fuego que el mundo entero transformará". He entendido que no importa cuántos seamos, que lo único que importa es que entre nosotros se haga presente el señor, que haya caridad, que eso será precisamente lo que podrá transformar el mundo».


Damos las gracias a todos los jóvenes que han compartido con nosotros su experiencia, viviendo de este modo sencillo lo que les dijo el Papa y lo dice el Apóstol san Juan en la primera de sus cartas: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo». Seguro que el corazón de san Eugenio, que tanto amaba a los jóvenes, se ha alegrado también en estos días.















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