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«Cada instante es un paso hacia la santidad...»

 


Esta cautivadora frase de el beato Mario Borzaga, que da título a nuestra entrada, termina con una consecuencia necesaria: «... o un paso atrás». La presentación del libro El beato Mario Borzaga y los mártires de Laos, tenida en Pozuelo el pasado jueves 15 de febrero, ha significado un paso adelante en el conocimiento de este Misionero Oblato y, también, en nuestro caminar hacia Dios de la mano de este sencillo y buen modelo de santidad.
 

Ante un nutrido grupo compuesto por familiares y amigos de nuestra querida Congregación y del P. Alberto Ruiz González -autor del libro- D. Fernando del Moral Acha, asesor de la Oficina para las Causas de los Santos en la Conferencia episcopal y vicario parroquial de Santa María de Caná, abrió el acto con una presentación de Mons. Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid.


Su presencia en la presentación era evidente, como explicó el P. Alberto Ruiz González, pues la iniciativa por la que este libro ha visto la luz se debe a su interés de que la historia de los mártires de Laos formara parte de la colección de Ediciones Encuentro dedicada a los mártires del siglo XX. 


Mons. Martínez Camino nos hizo caer en la cuenta de que este ha sido el período histórico en el que más cristianos derramaron su sangre a causa de la fe, superando a los tres primeros siglos de la vida de la Iglesia. En este contexto, nos dejó una interesante visión personal y una hermosa reflexión. En cuanto a la primera, la historia de estas personas es el acontecimiento eclesial más importante del pasado siglo, superando al concilio Vaticano II, pues la Iglesia se constituye, principalmente, por la vida de sus fieles; en cuanto a la segunda, en el momento histórico de mayor crueldad humana, marcado por infinidad de guerras y de víctimas, los mártires son signos de la misericordia y del perdón de Dios, quien nunca abandona al mundo.


  A continuación tomó la palabra el P. Alberto Ruiz González quien, agradeciendo la confianza depositada en él para llevar a cabo esta obra, compartió cómo había sido el proceso de escribirla: del desconocimiento de la realidad de Laos y de los beatos allí martirizados, hasta sentirse cautivado por las vidas de gente sencilla a la que ha intentado presentar como los santos de «el continente de al lado», por su cercanía histórica, humana y eclesial, tan semejante a la de muchos de nuestros contemporáneos.


También explicó la importancia del beato Mario Borzaga dentro de este grupo de 17 mártires y, para hacerlo entender, leyó ante los presentes algunos de los textos del diario personal de este misionero, conocido como Diario de un hombre feliz, pero al que su autor se refería como diario de un cura de campaña.


No faltaron las anécdotas, como corresponde a cualquier evento que se pretenda serio, pero que conjunte, a la vez, cariño y familiaridad. Entre ellas cabe destacar el modo cómo se había producido el encargo por parte de Mons. Martínez Camino, la infancia del beato Mario Borzaga contada por su hermana Lucía en un video de You Tube o la equivocación en el orden de los apellidos del autor en la solapa del libro, que él agradeció como un merecido homenaje a su madre.


Tampoco podía faltar la dedicación personal de los libros, como solicitaron muchos de los que allí se dieron cita. Sin duda ninguna, fue un ejemplo concreto de sinodalidad existencial, de ese sentirnos acompañados y apoyados mientras caminamos por esta tierra a la casa del Padre.


En definitiva una hermosa y carismática tarde, un regalo del Señor que pudimos disfrutar y nos alienta a seguir siendo testigos de la fe en nuestro humilde y concreto día a día, como hizo Mario Borzaga a quien el P. Alberto nos animó a ver como un compañero de camino. 


Y es que, en cierto modo, su figura y la del resto de los mártires nos recuerdan a unas palabras de Albert Camus quien escribía en 1946: «lo que tengo ganas de decirles hoy es que el mundo necesita verdadero diálogo, que lo contrario del diálogo es tanto la mentira como el silencio y que, por consiguiente, solo puede haber diálogo entre personas que siguen siendo lo que son y hablan con franqueza. En pocas palabras: el mundo de hoy reclama que los cristianos sigan siendo cristianos».



El acto terminó con unas palabras de agradecimiento del autor, quien se refirió a muchas personas: algunas allí presentes, otras no, bien por estar fuera de Madrid, bien por haber dejado ya esta tierra. Enumerar siempre lleva consigo el riesgo de olvidar. Por eso, nos deja unas palabras en las que desea todos se encuentren representados. También nosotros le agradecemos su labor.


Vacío

«Soy una vana potestad de ausencias», leo, 

Blas de Otero horada mi conciencia 

Tal vez mi yo también es sólo eso, pienso,

Más allá de las posibles apariencias.


Siento habitar en mí a quienes me preceden,

Muchos no presentes ya en esta tierra.

Aún así, continúan vivos en mi memoria 

Donde todavía al tiempo vencen.


Quizás, me digo, soy solo vacío

Y grotescamente algo más pretendo

O, tal vez, simplemente agradecido

les rindo tributo desde mi pecho yermo.











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