Visto en el blog de la Parroquia Virgen Peregrina de Diego de León
Fueron muy grandes las marcas que Juan Pablo II dejó en la Iglesia y en el mundo. Nunca un Papa había sido tan conocido y tan amado.
Las líneas de su vida impresionaron tanto al mundo, que difícilmente alguien se quedó indiferente. En el ámbito eclesial, en la relación con otras iglesias o con otras religiones, en el mundo social y político, en la cultura, cada persona acabó por dar valor a aspectos diferentes, en una figura con muchas facetas, con una grandeza moral capaz de entrar en los mundos más diversos.
El mundo quedó sorprendido con la devoción mariana del Papa Juan Pablo II. Es difícil encontrar en el planeta un santuario dedicado a Nuestra Señora al cual él no haya peregrinado. Esta quedó como una de las marcas más profundas de su manera de ser cristiano, a la manera de María, a quien se entregó en la totalidad de sí mismo, expresado en el lema “totus tuus” (todo tuyo), oh María.
Portugal y los devotos de Fátima encontraron en él a su primer mensajero, lo que provoca en nosotros un gran deber de gratitud.
Desde las apariciones de Nuestra Señora en 1917, nunca habíamos tenido un vehículo del anuncio del Mensaje de Fátima como encontramos en Juan Pablo II. Llevó este mensaje celeste a los confines de la tierra a partir de aquel 13 de mayo de 19181, cuando se sintió salvado de la muerte por María, la Madre a quien se entregara.
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