14/10/2011
De Paolo Archiati, O.M.I., Vicario General
Hace un año terminaba nuestro último Capítulo General, en un ambiente
de alegría y fraternidad por el trabajo realizado, por el nuevo Superior
General y por su Consejo, por las perspectivas positivas que la Congregación ha
tenido mirando hacia su futuro.
¿Qué queda de dicha experiencia un año más tarde?
La palabra síntesis alrededor de la cual tuvo lugar el evento capitular
y sobre la cual toda la familia oblata se ha puesto a trabajar es, sin duda, la
palabra conversión. ¡Es el primer
documento de un Capítulo que tenga una sola palabra como título! Una palabra
alrededor de la cual hayamos tal vez tenido algunos problemas para encontrarnos
como Oblatos, pero que poco a poco nos involucra e une: una palabra que nos
sigue hablando e inspira, invitándonos a ir más profundamente para acoger los
desafíos que nuestra vida y misión nos ofrecen en el día de hoy.
La imagen bíblica con la que termina la carta capitular continua a acompañarnos:
es la de los discípulos de Emaús que se reúnen para recorrer el camino solos,
desanimados y decepcionados porque su mundo se ha hecho añicos. Dos discípulos
a los que se une un vagabundo, peregrino como ellos, que con su palabra enciende
sus corazones hasta el momento en que lo reconocen; él ya se ha ido pero ellos
se encuentran con un nuevo coraje, el de volver a sus vidas con una nueva
visión de las cosas, con una nueva esperanza y con un nuevo dinamismo.
“Este capítulo general – se lee en el último
párrafo de la carta – ha sido un camino
hacia Emaús. Hemos considerado nuestros mundos crucificados, encontrado el
Cristo resucitado en nuestro camino, y ahora dejamos este lugar con el corazón
que arde con una nueva visión, una nueva esperanza, un nuevo dinamismo”. Esto
es, en síntesis, el mensaje y la esperanza que el Capítulo ha querido otorgar a
toda la Congregación.
Conversión. Para traducir esta
palabra en una apelación concreta y viable, el Capítulo nos ha propuesto cinco áreas
en las que nos pidió profundizar, a partir de nuestro compromiso como
discípulos de Cristo decididos a seguirlo y a formar una comunidad alrededor de
él.
¿Cuál es el corazón de la comunidad
oblata? Con esta pregunta, tan antigüa como la nueva Congregación, pero aún así
siempre nueva, nos han ofrecido el primer ámbito de trabajo y conversión.
El
segundo es el de nuestra misión,
centrada en la persona de Cristo y que tiene como objetivo llevar el Evangelio
a los pobres; esta misión se encuentra hoy en día a enfrentar uno de los retos
más importantes de nuestro tiempo, la de sobrepasar los varios obstáculos que
siguen aumentando entre individuos, entre pueblos y entre culturas.
El servicio de la autoridad es un ámbito de
conversión que afecta a todos los Oblatos, dentro y fuera de los límites de la
comunidad a la que pertenece; estamos siendo llamados a vivir este servicio con
coraje y alegría, y teniendo en cuenta los cambios que tienen lugar en nuestra
familia hoy en día.
También la formación,
inicial y permanente, es otro lugar de conversión, que aboga por una nueva
calidad; profundamente enraizada en Cristo y animada por el carisma oblato,
estará abierta a las necesidades de la comunidad y de la misión; según la
constitución 47, la formación nos involucra en una continua conversión al
Evangelio y nos pide que estemos dispuestos a aprender y cambiar para enfrentar
nuevos desafíos.
Reunidos en torno a la enseñanza de los apóstoles y la fracción del
pan, la primera comunidad cristiana tenía un sólo corazón y una sola alma. Este
ideal de vida ha fascinado San Eugenio, que ha querido transmitirlo a sus
oblatos desde el principio.
La comunión
de bienes en nuestra familia es un requisito previo para la comunión de los
espíritus y corazones. Incluso en nuestros bienes terrenales estamos siendo
llamados a ser administradores fieles y humildes, y esto requiere un cambio de
mentalidad que nos puede llevar gradualmente de la independencia a la
interdependencia y finalmente a la comunión.
Conversión. Un año después del capítulo nos encontramos en camino para continuar a vivir este mensaje y esta llamada. Todas las unidades oblatas se han dedicado, en diversas maneras y según cada una de sus situaciones concretas, para responder a esta llamada del Espíritu. Esto nos hará crecer y nos mantendrá unidos, a pesar de la fragmentación que experimentamos en nuestro mundo en los distintos niveles. En el gobierno central, al final de nuestra tercera sesión plenaria, tenemos la impresión de que el Espíritu esté ya trabajando en cada uno de nosotros y en toda la familia. Esperamos continuar juntos y dejarnos guiar.
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