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NIGERIA La misión oblata y la violencia reinante.

No es posible contar las explosiones de bombas de las que el país ha sido testigo desde que explotara la primera el 1 de octubre de 2009 en Eagle Squeare, Abuja. La responsabilidad de la mayoría de estas explosiones, sino de todas, ha sido reclamada por la secta islámica extremista “Boko Haram” (“Prohibida la educación occidental”).

Las actividades de la secta islámica, que por lo general se sitúan en el noreste de Nigeria (Estado de Borno) se han extendido ahora a los Estados del centro-norte de Kaduna, Kano, Jos y Abuja, así como a los Estados del noroeste, como Adamawa, entre otros.  

En el Estado de Plateau, donde trabajan los Misioneros Oblatos de María de Inmaculada en la archidiócesis de Jos, la frágil situación reinante desde 2001 se ha agravado ahora con numerosas bombas en centros de relajación, iglesias cristianas y otros ataques nocturnos a comunidades locales y rurales de composición no musulmana. El Estado de Plateau se encuentra en la región del centro-norte de Nigeria, donde el 90% de la población es cristiana. Los Estados vecinos son fundamentalmente musulmanes. Los conflictos entre cristianos y musulmanes se han cobrado numerosas vidas y han destruído propiedades por valor de millones de nairas.

La situación estratégica de nuestras dos comunidades oblatas en el Estado de Plateau quizá nos haya protegido de tener una terrible experiencia directa de este caos. Vivimos en Jebbu-Bassa y Bassa, situadas a unos 20 kms. del centro de la ciudad y en el mismo barrio de un gran cuartel militar. A menudo las víctimas buscan refugio en nuestra zona y en el cuartel, dado que los militares se despliegan en las zonas de violencia. ¡Algunos consideran el cuartel militar como una proverbial muralla bíblica de Jericó para nosotros, habitantes de Jebbu-Bassa y Bassa! ¿Cuánto durará esto? Como se dice en el Estado de Plateau, no importa dónde vives, sino dónde estás cuando comienzan los problemas: uno puede estar en el sitio equivocado en el momento equivocado.

A pesar de la situación, nuestros oblatos han seguido trabajando con cristianos y no cristianos, incluidos los musulmanes. En nuestro trabajo en la parroquia y en el Centro Oblato, nos encontramos con musulmanes y no católicos. Prestamos nuestra colaboración en áreas como conversaciones de paz, educación, construcción de la comunidad y desarrollo social. Nuestra misión ha cavado pozos para las comunidades rurales en que conviven musulmanes y cristianos. Acabamos de abrir una enfermería-escuela primaria en que se atiende a niños de diferentes ambientes religiosos. Nos hemos encontrado con miembros de diferentes comunidades religiosas y hemos organizado encuentros con ellos para asegurar una convivencia pacífica entre sí. Los musulmanes siempre han acudido a visitar y trabajar en nuestras comunidades siempre que ha sido necesario. Al tiempo que ello es posible en nuestras comunidades pequeñas, la situación es más delicada en otras partes.  

Los cuerpos de seguridad estatales parecen verse sobrepasados por la gravedad de los graves y atroces ataques y contraataques. En numerosas ocasiones, los agentes de seguridad han sido ellos mismos el objetivo uno de los objetivos principales de la secta y aún siguen siéndolo, dado que en 2009 los agentes de seguridad arrestaron y mataron extrajudicialmente a su líder.   
La Iglesia no está segura en esta triste situación. Se llegó al punto álgido el día de Navidad, cuando tuvo lugar el ataque coordinado a cinco iglesias del norte, incluida la iglesia católica de Madalla, Estado de Níger, cerca de Abuja, Territorio de la Capital Federal y una iglesia de la confesión Montaña de Fuego en Jos, Estado de Plateau. Hubo muchos muertos y numerosos heridos.
 
Antes de ello, en el Estado de Plateau se habían tomado medidas en torno a las iglesias y en las ciudades para proporcionar cierta seguridad a los fieles y a los habitantes. No se permitía a la gente entrar a las iglesias con bolsos o bolsas de mano. La feligresía y aquéllos que entraran en las instalaciones de las iglesias eran registrados con medios técnicos. Aquéllos que tuvieran vehículos no podían aparcar junto a las iglesias. Improvisados vigilantes (principalmente los jóvenes) montaron guardia en torno a los edificios parroquiales antes, durante y después de las actividades en la iglesia. Muchas de las actividades nocturnas fueron canceladas en algunas de las zonas más expuestas e inestables del norte. Había puntos de control por toda la ciudad y a lo largo de las carreteras principales. Pero, ¿de qué sirven estas medidas frente a un suicida que se abre paso entre la multitud de feligreses cuando entran o salen de la iglesia y detona su improvisado artefacto explosivo? 

Y lo que aún es más preocupante en la situación actual es el hecho de que el Presidente del país ha confirmado abiertamente que la secta islámica se ha infiltrado en el gobierno, la judicatura y los servicios de seguridad. ¿Qué puede ser más preocupante que eso? Hace bien poco, el autor intelectual de la bomba de Navidad en la iglesia católica de Santa Teresa en Madalla (más de 43 personas murieron y más de cien resultaron heridas) fue detenido en el edificio gubernamental del Estado de Borno en Abuja, la capital. Pero, ¡inexplicablemente escapó de la custodia policial! ¡Y da que pensar que la mayoría de los planes gubernamentales para erradicar este grupo hayan sido a menudos desvelados antes, incluso, de su ejecución!  

Tal como están las cosas ahora, una de las opciones para una solución duradera es que las autoridades promuevan un diálogo entre todos los grupos étnicos y religiosos que componen el Estado de Nigeria para fijar una ruta para nuestra prolongada existencia común como nación. Nuestros padres fundadores tenían una visión para el país: hemos de volver a esa visión y asegurarnos de si aún sigue siendo válida y aplicable a todos los integrantes de la nación nigeriana (George Chidi IHEANACHO).  

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