Una comunidad en el corazón de Madrid
Con motivo de la
Jornada de la Vida Consagrada que celebraremos este próximo sábado y después de
haber celebrado la Conversión de San Pablo y la memoria de la primera comunidad
oblata, aprovecho la invitación que nos habéis
hecho para presentarnos. La nueva comunidad de Misioneras Oblatas comenzamos a vivir en la casa de Maudes, a finales de septiembre. Nos
encontramos en el corazón de Madrid, al lado de Cuatro Caminos, en una histórica
edificación conocida por la gente del lugar como el antiguo hospital de
jornaleros. Algunos de vosotros ya lo conocéis. Actualmente pertenece al
obispado de Madrid (solo la parte del templo), y es una parte independiente de
la Parroquia de Ntra. Sra. del Silencio que ha sido recientemente inaugurada, y
que comenzará en pocos días su actividad pastoral aquí como comunidad
parroquial de sordomudos. También tenemos como vecinos a la Delegación
diocesana de Migraciones.
La nueva comunidad la formamos ocho hermanas: las dos prenovicias, Lydia, española y Agata, polaca; tres junioras en año de misión, Teresa, peruana, Katha, alemana, y Yulia, ucraniana; y tres hermanas con oblación perpetua, Asun, malagueña, Marimar, la actual Madre general, y servidora, Irene, como superiora de la comunidad. Como veis es una comunidad de formación muy intercultural e internacional. Es todo un desafío para el momento actual que vivimos de ser signo vivo de comunión y de la presencia de Jesucristo Resucitado en nuestro mundo, especialmente en nuestro barrio. La llamada que escuchamos al principio del curso como comunidad y que es nuestro horizonte en el proyecto comunitario es el de construir comunidad desde el compartir la fe personal a través del testimonio de la vida de los votos y potenciando el encuentro fraterno. Esto lo vamos encarnando desde el día a día con nuestras actividades de estudios, trabajo, pastoral y desde el cuidar nuestra vida de fe y de comunidad. Nos hacemos presentes en la vida parroquial de Ntra. Sra. de los Ángeles, que nos ha acogido con cariño y en la que participamos especialmente de la Eucaristía, animando con los cantos en dos eucaristías del Domingo.
Después de estos cuatro meses de andadura, doy muchas gracias a Dios por reconocer su presencia entre nosotras que nos construye interiormente y nos llama a crecer como mujeres apostólicas. El día 25 escuchábamos en nuestra oración estas palabras de nuestro querido San Eugenio que nos edifican: “Tened un mismo espíritu. Sobrellevaos mutuamente (…) Que haya sinceridad, franqueza, sencillez, dulzura y, sobre todo, caridad, ´cuanto hagáis, hacedlo con amor´ (1Cor 16,14)”.
Las puertas de nuestra comunidad están abiertas para acogeros como familia que somos. Esto es el comienzo de un camino en una casa que deseamos que vaya dando solidez al Instituto.
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