"Testimonio de la manera de vivir de Jesús", en el Sáhara
Nuestro querido p.Luís Ignacio Rois (Chicho) nos habla sobre su vida en el Sáhara, en la pequeña comunidad de Oblatos de María Inmaculada que son como él dice “presencia y testimonio de la manera de vivir de Jesús” en el Sáhara.
El padre Luís Ignacio (Chicho) a la derecha de la fotografía
con su comunidad oblata del Sáhara
“Me pedís que os escriba un breve testimonio de nuestra misión en el Sáhara. Y lo hago con gusto. Es una misión muy particular porque además de la situación especial en este territorio hay que considerar que la población local es al 100% de religión musulmana y el pequeño grupo de cristianos somos todos ‘extranjeros’. Entre ellos estamos de una forma permanente sólo la comunidad de los tres Misioneros Oblatos de María Inmaculada ya que el resto está por aquí por razones de trabajo de forma temporal. Los obispos del Norte de África se han definido como Iglesias en la periferia y nosotros estamos en la periferia de esa periferia.
¿Cómo es nuestra misión? Así, en plural, porque la entendemos como misión en comunidad. Podría contestar con algo que tenemos escrito en nuestras normas de vida: ‘creciendo en la fe, la esperanza y la caridad, somos levadura de las Bienaventuranzas en el corazón del mundo’. Acompañamos, con una presencia modesta, silenciosa, de vida oculta, a este pueblo en su marcha de fe y de historia. Nuestras relaciones con la población local son de mutuo afecto y respeto, de vivir juntos y caminar juntos, alimentando nuestra esperanza. Tenemos tanto que aprender de su manera de acoger, de vivir, de rezar… ¡Qué bueno es conversar con ellos mientras tomamos las tres tazas de té en sus casas! Hay mucho de vida oculta en el hogar de Nazaret.
Con ellos y entre ellos queremos ser presencia y testimonio de la manera de vivir de Jesús. Con ellos y entre ellos decimos ‘una palabra común’ al mundo, una palabra de amor al prójimo, cuando, con asociaciones locales, colaboramos para asistir la dañada salud de los emigrantes subsaharianos de paso, atendemos a niños con discapacidades o ayudamos a familias muy pobres que vienen a buscar cobijo entre nosotros.
Además la Iglesia nos ha confiado su visibilidad y permanencia en este inmenso territorio. Si un día nos marcháramos sería difícil recuperar esta presencia. Esto nos hace experimentar de manera muy viva nuestra pertenencia y responsabilidad como Iglesia local: si no rezamos o no celebramos la Eucaristía o no vivimos aquello de amar como Él nos amó, ¿quién lo hará? Orar por la Iglesia y por el pueblo es una de nuestras acciones misioneras a la que queremos dedicar lo mejor de nuestras energías.
Nuestras Misas dominicales en El Aaiún y en Dakhla (540 kilómetros de distancia que recorremos por turno cada fin de semana) son siempre internacionales y ecuménicas. En el grupito de 10 o máximo 20 cristianos en cada Iglesia, celebramos nuestra fe y alimentamos nuestra esperanza. Son trabajadores o migrantes de paso y debemos adaptarnos al idioma de la mayoría que asiste y cuidar no herir las sensibilidades de cada confesión. Siempre cambiante nuestra comunidad, es un oasis para muchos que no esperaban encontrar una Iglesia aquí.
Vivir el Adviento en el desierto es muy interesante: tantas imágenes bíblicas que puedes ‘tocar’ con apenas desplazarte unos cuantos metros desde la puerta de tu casa: ¡cómo resuena Isaías con su visión de marcha esperanzada del pueblo por el desierto, lo de preparar sus caminos, lo del centinela, lo de la promesa hecha en un lugar olvidado por todos, lo de María, muy querida por los musulmanes, que hará posible que el Dios ponga su ‘jaima’ (tienda) entre nosotros… Bueno, me paro aquí. Si quieres conocer más, ven a visitarnos…. Entre tanto, Feliz Navidad a todos”.
(Testimonio tomado del Servicio Misionero de Noticias - España OMPress 18 de diciembre 2017 - Año XII - Nº 2492)
Gracias, Chicho, por compartir "vuestra misión" en plural yen comunidad.
ResponderEliminarLa encuentro muy evangélica y parecida en la forma que recomienda la última congregación general a los jesuitas de vivir su misión.
Un abrazo y oraciones de Luis González-Cosío, tu compañero jesuita en Manresa