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Historias misioneras en tiempo de pandemia (III)


Con el inicio de las clases del nuevo curso escolar 2020/2021, el 5 de octubre pasado, ha comenzado a funcionar la nueva Escuela Elemental San José de Quetafine, construida con la aportación de tantos benefactores. 














Con el corazón rebosante de gratitud, los 270 alumnos y los profesores han ocupado las aulas, no finalizadas y amuebladas todavía completamente, haciendo resonar las alegres voces de quienes vuelven al colegio después de cinco meses de confinamiento. También para nosotros, aquí en Guinea Bissau, este período de pandemia ha sido duro y difícil de vivir. 

















En un primer momento, al recibir noticias provenientes de todo el mundo sobre el coronavirus y los desastres que provocaba, esperábamos que no llegase hasta nuestro país, pero después tuvimos que rendirnos a la evidencia. 




También aquí, los boletines diarios del ministerio de sanidad, mostraban cómo el virus se había infiltrado entre la población y cómo el número de contagiados iba en aumento de día en día. Ciertamente, no hemos llegado a los miles de contagiados o fallecidos por coronavirus como en Europa o en otros lugares del mundo, pero también Guinea Bissau, en este caso, ha pagado su tributo.


Después de un primer momento de consternación frente a este acontecimiento inédito, hemos salido ahí fuera y, en colaboración con la Diócesis de Bafatá, de la cual formamos parte, nos hemos puesto al servicio de la gente, sensibilizando y sosteniendo a las familias más golpeadas por la pandemia. 



No han sido meses fáciles. Éramos conscientes de que, en caso de contagio, no habríamos podido tener ninguna asistencia médica; pero la confianza en la Providencia Divina, junto con las debidas precauciones, no nos ha dejado bloqueados en casa, permitiéndonos estar cerca de las personas que tenían mayor necesidad de nuestra presencia.


 Hemos podido ayudar a muchas familias con alimentos y a muchas otras con semillas de arroz y otros cultivos, visto que estábamos en estación de lluvias y la siembra estaba a las puertas. 



Nos ha tenido muy ocupados la producción artesanal de en torno a mil mascarillas, las cuales hemos distribuido gratuitamente a la población, ya que no se encontraban en los comercios. 


























El quince de agosto pudimos reemprender, finalmente, las celebraciones dominicales con presencia de fieles y, poco a poco, hemos salido de la emergencia del coronavirus. La segunda ola, esa que ha doblegado las rodillas a Europa, no ha llegado todavía. Creemos que será debido al calor; o, a lo mejor, por el uso frecuente, entre la gente, de medicamentos para prevenir y curar la malaria; también es posible que la causa sea la juventud de la población, que reacciona mejor ante el virus.


Ciertamente, escuchar las noticias llegadas a través de las redes sociales, no nos deja tranquilos frente a una segunda fase recrudecida del virus, siempre posible. Por el momento, intentamos mantener un mínimo de normas preventivas, ya sea en nuestra escuela, ya sea con ocasión de la misa dominical. 



Son las escuelas las que se están ocupando de un modo particular, pues de año en año los alumnos aumentan y, por ello, comienza a ser más complicada su organización y gestión. 



En los cursos pasados, nos hemos dado cuenta de que el progreso de los niños era limitado debido a la falta de libros de texto. La editorial, teniendo una deuda del gobierno de varios millones, se niega a realizar una reedición. De ahí que hayamos buscado los originales, ya fuera del mercado, para hacer un centenar de fotocopias. 




Un trabajo enorme, pero que ha permitido a cada alumno tener sus libros de texto, con los que poder estudiar, sobre todo, en casa. Para que los padres pudieran comprarlos, los hemos vendido a un precio simbólico de un euro cincuenta. Confiamos en que cada esfuerzo llevado a cabo en el campo de la educación permitirá a Guinea Bissau, salir, algún día, de la actual situación de miseria y de sumisión a las potencias económicas mundiales.


Una hermosa noticia llega también desde nuestra pequeña recién nacida comunidad cristiana. Durante el próximo Tiempo de Pascua, una quincena de nuestros catecúmenos recibirán el bautismo. Son los primeros bautizados desde nuestra llegada aquí, a Cacine.



 Es para nosotros una gran alegría preparar a estos adultos, jóvenes y adolescentes para recibir el sacramento de la Vida cristiana y acompañarles en esta última etapa de su formación. Una vez más se hace realidad la Palabra según la cual, si el grano caído en tierra no muere, no puede dar fruto. Esto nos ayuda a pensar en todos aquellos que han colaborado, de un modo u otro, para que estos catecúmenos sean bautizados. 


Padre Carlo Andolfi

Padre Daniel Aliou Mané

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