Presentación del libro "Una voz en el desierto"

 

Aprovechando la visita del P. Chicho para un merecido descanso del misionero, se realizó la presentación del libro Una voz en el desierto, escrito por Beatriz García Traba, una laica comprometida en nuestra parroquia de San Leandro (Aluche), amante del desierto por sus estudios de doctorado en historia y su espiritualidad, cercana a la familia religiosa de Charles de Foucauld.

Leyendo los testimonios de los que comenzaron la Misión del Sáhara, recogidos con cariño y maestría por Beatriz, y los actuales, expuestos con la fuerza y franqueza habitual de Chicho, se vienen a la mente las palabras de Julio Ramón Ribeyro en su libro La palabra del mudo, donde escribe: "¿Por qué la palabra del mudo? Porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias". 

También nosotros, oblatos y familia oblata de Pozuelo, Aluche, Diego de León, Valladolid y Málaga, hemos podido estos días palpar estos anhelos, arrebatos y angustias, de ayer y de hoy, de nuestros hermanos musulmanes y migrantes, olvidados por nuestro mundo, quien no les da la palabra. Hemos podido vivir, igualmente, una experiencia eclesial, pues como nos enseña el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes: "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón". Gracias Bea y Chicho por hacer que la voz de los hombres y mujeres del desierto resuene en nuestro corazón.

Como en toda gran historia, ésta empezó en 1954, ha habido héroes como el P. Camilo quien, frisando los 91 años, sigue viviendo con alegría, ahora en Málaga, su vida oblata. 44 años, parte de ellos solo, son un eslabón imprescindible para la continuidad actual y una imagen fehaciente de la Misión del Sáhara: presencia silenciosa, amable y de una gran riqueza interior. 

Somos enanos a hombros de gigantes, y estos días hemos hecho memoria agradecida de muchos de ellos, como el P. Amador de Lucas, quien nos ofreció un hermoso testimonio en Aluche; o la emocionante intervención, en nuestra parroquia de Diego de León, de Doña Concha Mateo, quien entre 1964 y 1974 participó activamente en la alfabetización de muchas niñas y adolescentes saharauis. Ella hizo memoria, especialmente, de los PP. Félix Erviti y Rafael Álvarez, ya fallecidos. No faltó, tampoco, el recuerdo del P. Gaspar Alonso.

No podía faltar, en nuestro itinerario de presentación, la comunidad de Valladolid, en el Abrojo, donde se formaron tantos oblatos que luego estuvieron en la Misión del Sáhara y donde, en la actualidad, la ONG AMYCO sigue colaborando con nuestros misioneros. Allí, en un salón de la parroquia de Mojados, pueblo en el que algunas familias han acogido a niños saharauis durante los veranos, también resonó la voz del desierto.

En esta presentación conjunta del libro, que relata el pasado, y del proyecto de migrantes, que nos refiere al presente y al futuro de esta bendita y hermosa Misión, nos ha acompañado la teología misionera sobre las constantes en contexto, ayudándonos a entender su identidad. Y lo que ha sido constante en todos los lugares donde lo hemos presentado es el cariño, la acogida fraterna y, por supuesto, la firma de libros por parte de la autora y de los misioneros.  

Agradecemos al Señor esta experiencia de fe que hemos vivido. El objetivo no era vender un libro, aunque sea muy bueno. el objetivo, como tantas veces ha repetido Chicho en estos días, es dar a conocer lo que hicieron nuestros hermanos y hermanas, para animarnos a hacer nosotros lo mismo. Beatriz comienza el libro con una cita del Superior General del momento, en donde decía a los primeros misioneros del Sáhara no seremos verdaderos misioneros si no nos ocupamos de los musulmanes. Así lo hicieron, conviviendo con ellos sin premura por convencerles, sino aprendiendo a querer y a valorar su cultura y su religión. Sin lugar a dudas eso requiere paciencia, fruto del Espíritu, de la que nosotros hoy aprendemos para, en un contexto diferente, valorar y querer a aquellos a los que, como bautizados, somos enviados. Entre los oblatos solemos decir sigan los nuestros estos ejemplos. Que así sea, para que en este tiempo que nos toca vivir en occidente, no desesperemos y seamos la voz que clama en el desierto preparando el camino al Señor.