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Nuestros mártires, hombres del Adviento

 


El 3 de diciembre de de 1995, durante la homilía de la canonización de nuestro Fundador, san Juan Pablo II le denominó como un hombre del Adviento, quien no sólo esperó al Señor, sino que dedicó toda su vida a preparar a la gente para su venida, fundando un Congregación evangelizadora.


Unos cien años después de aquella fundación, 22 hijos espirituales de san Eugenio vivieron el Adviento de un modo muy diferente a lo que ellos soñaban, pero dando el mayor testimonio posible de que todo lo que hacían en su vida cotidiana era decir: ¡Ven, Señor Jesús!


Este fue el contenido del retiro celebrado a caballo entre Paracuellos del Jarama y Pozuelo de Alarcón el pasado 26 de noviembre, que reunió a un nutrido grupo de la familia oblata para hacer memoria de nuestros beatos mártires. 


Como empieza a ser costumbre, estos momentos de oración nos llevan a seguir sus pasos por el camino que recorrieron desde que los bajaron del camión, hasta que llegaron al lugar donde serían martirizados. De este modo, intentamos experimentar los sentimientos que les invadirían en aquel momento, pidiéndoles su ayuda e intercesión para ser buenos testigos de la fe en el mundo que nos ha tocado vivir.


Las meditaciones preparadas para tal efecto consistieron en ir recorriendo los Evangelios de los domingos de Adviento, comenzando, eso sí, por el de Jesucristo Rey del universo, para recordar cómo los beatos Francisco Esteban Lacal y compañeros murieron proclamando el reinado de Dios incluso en circunstancias tan adversas que parecían negarlo.


Los participantes pudimos gozar de unos momentos de silencio y oración personal, en los que cada uno pudo buscar el lugar más adecuado para meditar y reflexionar sobre su propia vida y cómo reconoce en ella la presencia del Señor que viene.


La primera parte del retiro concluyó con la celebración de la Eucaristía en la capilla del camposanto de Paracuellos. Es la liturgia celebrada en comunidad la que nos invita a mirar la vida con otros ojos, los de la fe, para encontrar conexiones y pensamientos que se nos escapan a primera vista. Al fin y al cabo, es la Iglesia la que nos enseña a unir a Cristo Rey con el Adviento, juntando de un modo misterioso, pero real, a nuestros mártires con su Fundador.


Fue una Eucaristía emotiva, pues contamos con la presencia y el testimonio de familiares de nuestros mártires, quienes nos recordaron, al repartirnos hojas de laurel, que su recuerdo es ocasión de vida y de perdón, no de muerte ni de rencor. Celebrar su memoria es una invitación a trabajar por la paz y la justicia, virtudes muy propias del Adviento, no por la división y el favoritismo.


La Hermandad de Paracuellos aprovechó la ocasión para agradecer al P. Eutimio su labor y cercanía a la hora de cuidar y promover este lugar santo para nosotros. Lo hicieron colocándole la insignia que le impuso la sobrina de Francisco Esteban Lacal, Vice provincial de aquel momento, y quien da nombre al grupo martirial de los oblatos.


Como el día era largo, repusimos fuerzas con un almuerzo en común ya en Pozuelo. La espléndida jornada de otoño que pudimos disfrutar nos invitó a sentarnos al sol para compartir, como familia, dialogando de lo humano y de lo divino, y estrechando los lazos de amistad y fraternidad entre nosotros. 


El retiro concluyó con un Rosario a través de la Casa martirial de Pozuelo. Es la reliquia que nos queda de nuestros mártires, de todos ellos, puesto que aunque no sepamos donde están algunos de ellos, si sabemos que todos estuvieron aquí, incluido el laico Cándido Castán. Recorrer los espacios que ellos habitaron y pisar los suelos que ellos anduvieron, nos ayudó a meditar los misterios luminosos descubriendo cómo El Señor da luz a nuestra vida mediante la presencia materna de María. 


Damos gracias Dios por este hermoso día en el que, como familia oblata, sentimos la fuerza de su Espíritu para vivir nuestra vida como un verdadero Adviento, tal y como deseaba san Eugenio para sus oblatos cuando les decía en el Prefacio: «hay que intentarlo todo para dilatar el reino de Cristo, destruir el imperio del Mal, cerrar el paso a innumerables crímenes, difundir la estima y la práctica de todas las virtudes, llevar a los hombres a sentimientos humanos, luego cristianos y ayudarles, finalmente, a hacerse santos».





























Comentarios


  1. Siento mucho no pude asistir per con vuestra exposición me he dado por enterada gracias por compartirlo

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