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Se reanudan los viajes misioneros

Finalmente, después de 2 años de espera por la pandemia del COVID desde la Procura de Misiones del Territorio Español pudimos recuperar el viaje misionero que habíamos proyectado realizar a la Misión del Sáhara. 

Con toda la ilusión iniciamos este viaje 7 personas, 5 de la parroquia oblata de Aluche en Madrid y 2 de las parroquias oblatas de Málaga. 

Desde que llegamos pudimos apreciar la enorme capacidad de acogida de esta comunidad que acababa de quedar aún más reducida por la marcha del nuevo Superior General, el p. Chicho. Los padres Mario y Stannis y el hermano Silvio se volcaron con nosotros para mostrarnos toda la riqueza de la cultura con la que comparten la vida. Pudimos comprobar también el gran cariño que les tienen en las dos ciudades en las que estuvimos (El Aaiún y Dakhla) y la cercanía con la Iglesia que viven estas personas, en un auténtico diálogo interreligioso que nos permite creer que es posible compartir desde el cristianismo y el Islam. 

Numerosos amigos pasaron por ambas casas y también nosotros compartimos las suyas. Ninguno nos hizo sentir extranjeros, solo amigos, con una franqueza y nobleza que nos sorprendió, no porque no la esperásemos, sino porque quizá en nuestros días no se prodiga mucho y menos cuando mezclamos culturas, razas, religiones,… 

Queda un profundo agradecimiento a todos ellos y nuestra oración para que el Dios único, Dios de todos nosotros los acompañe siempre. 

Otro de los momentos importantes del viaje ha sido conocer de cerca los proyectos que desde la comunidad oblata se tratan de llevar adelante, no solo con la ayuda de las comunidades de España, sino también de Cáritas Rabat, Cáritas Alemania, amigos de los oblatos, etc. Ha sido muy interesante “poner cara” a tantas personas que trabajan sobre el terreno. 

Acompañamos los testimonios de Rosa y Cristina. 

Rosa: “Comparto que en los pocos días que estuve (Rosa debió volver a España por circunstancias familiares a mitad del viaje) pude encontrar un lugar donde me he sentido acogida, donde he encontrado paz. 

A pesar de la dificultad de la misión y de la hostilidad que hayan podido vivir, han construido un lugar de encuentro donde compartir lo que cada uno es. Me conmovió especialmente la experiencia de Sidi Ibrahim cuando nos compartió lo vivido en prisión. 

Y la visita y el té en las dunas (a pesar del vértigo) fue increíble, dormir en una jaima en el desierto y la comida con que nos obsequiaron. Todo espectacular. 

Resuena en mi la cita de Oseas, ha hablado a mi corazón, he encontrado allí, en la misión oblata un lugar de Gracia y de Paz” 

Cristina: “La arena del desierto del Sáhara se me ha pegado en el corazón. 

Cuando pusimos el pie en el aeropuerto de El Aaiún, el viento ya nos despeinó, traía un calor inhabitual para el inicio del otoño y los sueños de los habitantes de una tierra árida que nunca ha sido inhóspita. 

En sólo 10 días he vivido una de las experiencias que más profundamente me recuerdan quién soy y la necesidad de Dios en medio de la vida. Del desierto me ha impresionado cómo la arena se mueve dócilmente por el viento, cómo se deja modelar por el agua que cae cada madrugada y la cristaliza formando rocas que caprichosamente se nos antojan rosas, cómo en el silencio de la inmensidad de la puesta de sol el hombre eleva los ojos al cielo esperando la salvación, la Tierra de la promesa. Y en la noche el fuego, que reúne a los que han compartido con alegría el sabor del té, amargo, dulce y suave, bajo un cielo cuyas estrellas son incontables.

 

Los Oblatos han sabido comprender qué significa que Dios se queda con los hombres, llevan casi 70 años de presencia con el pueblo saharaui en medio de este desierto. De ellos han aprendido la hospitalidad de quien comparte lo que tiene con el peregrino. Con ellos luchan porque el Reino de Dios se haga presente en medio de una cultura profundamente creyente. Para ellos son palabra de esperanza y caridad hecha obras. En medio de ellos renace la vida en cada Eucaristía animada por los cantos de los cristianos que se reúnen como Iglesia en camino.

 

Y al lado de los kilómetros y kilómetros de desierto se abre el océano Atlántico que se traga tantas vidas arriesgadas en una travesía esperanzada que acaba frustrada. Cuerpos que yacen esperando la resurrección de la carne, en un cementerio que los Oblatos visitan y respetan. La evangelización de los pobres es sobre todo estar con ellos, a su lado, en la vida y en la muerte. Evangelizar en un mundo donde no se puede pronunciar la palabra de Cristo y donde Cristo palabra habla con la vida de los Oblatos que se entregan cada día sostenidos por nuestra oración.”



Comentarios

  1. Me produce muchísima alegría escuchar y ver esa convivencia interreligiosa. Y me anima para hacer experiencia de voluntariado con los más desfavorecidos del mundo.

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  2. Muchas gracias por compartir vuestra maravillosa experiencia.

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