San Eugenio en Palma de Menorca (1842)

Al regresar de su peregrinación por Africa tras haber escoltado con seis obispos más de Francia las reliquias de San Agustín, el barco tuvo que hacer escala en Palma de Menorca. Allí estaba desterrado por el gobierno español el obispo de Calahorra. Mons. de Mazenod propuso hacerle una visita.

La proposición no fue acogida con mucha simpatía. Los otros obispos temían agravar la situación del valiente confesor de la fe; y también, ¿por qué no decirlo? comprometerse ellos mismos ante los ministros de Luis Felipe, amigos y aliados del rey de España.

Mons. de Mazenod no admitía semejantes razones. Insistió. "Me parece de rigor esta visita -les dijo-; nunca me perdonaría lo que juzgo como un deber; he de cumplirlo aunque tenga que ir solo"

Palabras tan valientes disiparon toda timidez y el pueblo de Palma vió a los siete obispos franceses dirigirse hacia la modesta casa del obispo de Calahorra.

La entrevista resultó tan emocionante que incluso los prelados que iban de mala gana, emocionados hasta las lágrimas, reconocían que no hubiera sido conveniente obrar de otra manera.

(Copiado literalmente del libro "Hechos y dichos del beato Eugenio de Mazenod", recopilación del P. Lázaro Sáez de Ibarra, omi)

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