199 años de historia misionera OMI

Queridos hermanos Oblatos y laicos asociados:

Mañana, 25 de enero, tiene que ser necesariamente un domingo feliz, porque vamos a conmemorar los 199 años de la vida de nuestra familia religiosa. Estoy seguro de que la oración, personal y comunitaria, y sobre todo la celebración de la Eucaristía, serán para todos nosotros momentos únicos para pensar en el camino realizado por nuestra Congregación, implantada en el gran seno de la Iglesia, que se ha comprometido con perseverancia y audacia creativa "en salida” por la evangelización de los "alejados", señalados por diferentes pobrezas.


En esta larga historia, no podemos sino captar un hilo conductor, invisible, y al mismo tiempo eficaz, representado por la presencia activa y el impulso del Espíritu del Resucitado, que atraviesa la historia de nuestro Instituto, promoviendo la realización de la intuición original de nuestro fundador, enamorado de Cristo y de la Iglesia, que es apostólica, y por lo tanto, necesariamente misionera.


Y es, ante todo, en este Soplo divino, indomable e impredecible, donde sentimos que nos renovamos en la fe y en nuestra vocación bautismal y eclesial; tal vez con la esperanza de ser capaces de experimentar, al menos, un poco de nostalgia, que siempre es una experiencia de humildad que da paz a nuestra alma, resultado del debilitamiento, con el pasar del tiempo, "del sentido de
pertenencia a la Familia", que, a veces, va de la mano con el enflaquecer de las convicciones y de la alegría que nos llevó a seguir al Señor.



Hoy no podemos pensar ni en el presente, ni en el futuro de nuestra Congregación – y de la Iglesia misma - sin arrodillarnos en adoración ante el que "se deja encontrar" para implicarnos en la aventura de la caridad y del testimonio de la "belleza que salva", que es, al final, su propio Evangelio. Esto se ha de vivir con simplicidad y coherencia para poder transmitirlo, dice el papa Francisco, con la "fuerza de atracción" que viene de una buena vida y fraterna, donde afloran los trazos inequívocos de las Bienaventuranzas de Jesús.
En Él, en un día como este, creo que sentimos el deber de hacer memoria de todos los Oblatos que han dado forma a la historia de la Congregación - nuestra historia -, que ha llegado a la víspera de sus doscientos años.



Amigos, hagamos memoria de aquel 25 de enero de hace 199 años, manteniendo los ojos fijos en San Eugenio, en el padre François Tempier, y en lo que juntos hicieron en nombre del ideal misionero escrito en el Evangelio. Recémosles y pidamos oraciones para poder ser nosotros también, al menos un poco, como ellos: fuertes, puros, audaces. Para ser misioneros.



¡Muchas felicidades!


En J.C. y M.I.,
vuestro hermano, padre Alberto Gnemmi, omi
(Provincial)

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