Hacemos llegar las comunicaciones del Provincial ante los dos últimos fallecimientos en la Provincia Mediterránea: el hermano Juan Ramón y el p. Domenico Vitantonio.
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Querido P. Ismael y queridos Oblatos:
He sabido, precisamente ahora, mientras estoy en Seúl, Corea (aquí son las 12.00 del 29 de diciembre) de la muerte de nuestro hermano Juan Ramón, Decano de la Provincia, que murió en Mallorca ayer a la edad de 95 años. Nunca tuve ocasión de conocerlo, pero tú, Padre Ismael, me habías hablado de él como de un buen hombre, con un gran espíritu religioso. Sólo puedo recordarlo en la oración y confiarlo a la misericordia de Dios con todos vosotros, especialmente a vosotros los Oblatos de la antigua Provincia de España que lo habéis conocido y estimado en el curso de su larga vida. El Dies Natalis del hermano Juan Ramón sea para nosotros una oportunidad para renovar nuestra fe en aquel niño que, después de aparecer visiblemente en Belén, continúa a venir a nuestro encuentro con nosotros para iluminar con su amor nuestra historia de hombres consagrados y el camino misionero de la Iglesia.
El Señor pueda hacer surgir sobre la vida de nuestro hermano, donada a la Iglesia por el Reino, nuevas vocaciones religiosas y misioneras, también en nuestra familia religiosa, para que pueda ser revelado el rostro paterno y lleno de bondad del Dios de Jesús y de su Evangelio.
El Señor sea para todos nosotros experiencia de gracia, especialmente en este tiempo de Navidad.
Un abrazo a todos, su hermano, el padre Alberto Gnemmi omi (Provincial)
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Querido p. Aldo, queridos hermanos de la comunidad de Pescara y Oblatos de la Provincia:
Me uno a vosotros con afecto fraternal y con la oración, al enterarme de la muerte del Padre Domenico Vitantonio. Con vosotros, doy gracias al Señor por el don que este hermano ha sido para nuestra familia religiosa, para la Iglesia y la misión. Por supuesto, María Inmaculada, que la liturgia de hoy nos invita a celebrar en el misterio de su maternidad, le sonreirá, mostrándole la belleza infinita del rostro de su hijo, el Señor Jesucristo, que el Padre Domenico ha siempre ha contemplado como su Salvador y Redentor y que, hace más de setenta años, eligió como Esposo, diciendo su "si" a la vida religiosa y misionera.
El Padre Vitantonio ha sido un oblato que siempre dio un gran testimonio de fidelidad evangélica, como un hombre de oración, de estudio, en alegre fraternidad hacia todos, por la bondad que siempre transmitía con su mansedumbre y sabiduría espiritual. En muchas circunstancias en las que tuve la oportunidad de estar con él, siempre estimé su simplicidad de espíritu, su afabilidad, incluso su ingenio y su cultura clásica. Pero, sobre todo, me gustaba en él su alegría de creer, de confiar en Dios y en su providencia, de mostrar optimismo, viendo la vida a través de la virtud de la esperanza.
Damos gracias al Señor por habérnoslo dado, pero también agradecemos al P. Domenico que nunca se echó atrás en las promesas hechas con su “si” al discipulado. Que desde el cielo acompañe nuestra vida y la proteja, en la certeza de que el Señor le dará la recompensa de la vida eterna prometida a sus siervos fieles.
En la oración y en el signo de la Eucaristía que celebraré unido a vosotros por el P. Domenico, os renuevo mi fraternidad.
Vuestro padre Alberto Gnemmi, omi
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