Afortunada consecuencia de haberte conocido
El pasado 26 de diciembre nos dejaba nuestro decano, el P. Fortunato Alonso Gutiérrez quien, a sus 97 años, entregaba su vida al Señor en la comunidad de Diego de León. Si algo podía definir a nuestro hermano, era el apelativo que él otorgaba a las personas a las que admiraba, como por ejemplo el P. Emilio Trottemenu, compañero de fatigas en Argentina y de quien siempre decía: ¡era un hombre consecuente!
Así era Fortunato -Fortu, como le conocían los jóvenes malagueños- un hombre consecuente con su vocación de misionero oblato, que vivió agradecido hasta el final. Mucho le gustaba compararse con Amós, cultivador de higos, a quien Dios llamó de pastorcillo a pastor de un pueblo. Así es como él se sentía, llamado por gracia a guiar a la Iglesia a la que amaba profundamente.
Tanto en este amor -conocía el nombre de todos los obispos de España-, como en la firmeza de carácter, se parecía Fortunato a nuestro querido Fundador, san Eugenio de Mazenod. E, igualmente, se pareció a él tanto en dejarse moldear por el Espíritu, hasta adquirir una tierna afabilidad en la vejez, como en servir a los pobres hasta el final. Pues, al igual que cuentan del santo obispo de Marsella, quien iba a las casas más humildes de sus feligreses para administrarles los sacramentos, así subía Fortunato las cuestas de Mangas Verdes (Málaga) para pasar tiempo con sus amados enfermos.
No fue fácil la vida de nuestro hermano. Desde una niñez vivida en tiempo de guerra, a un seminario donde padecieron el hambre y la escasez; desde unos tiempos convulsos en la argentina de los años 60, hasta unos tiempos difíciles en el posconcilo español; desde sus deseos de ser misionero en tierras lejanas, a tener que ejercer la autoridad como Provincial en el territorio patrio.
Pero él lo vivió todo desde la fe, que le hacía comprender la vida según el conocido Evangelio: «a vino nuevo, odres nuevos». Él mismo reconocía, en este aspecto, el bien que le hizo estar en casas de formación durante muchos años de su vida, lo que sirvió para no quedarse anquilosado en viejas costumbres y adaptarse a una época tan novedosa para todos los que la vivieron.
La división entre los oblatos de España hizo que el Superior general le trajera de vuelta de su añorada Argentina en los años setenta. A pesar del sufrimiento interior que le causó, el hombre consecuente y obediente regresó para intentar apaciguar unos ánimos caldeados política y religiosamente hablando. Con un espíritu de comunidad y de acogida mantenido hasta el final, los que estuvimos cerca de él pudimos comprobar como nunca habló mal de nadie de aquel momento. Es más, a sus labios asomaba la pregunta: ¿podría haber hecho más para que muchos de los que se secularizaron hubieran permanecido en la Congregación?
Fortunato, ese lector infatigable, afición que cultivó hasta el último día -se quejaba de que no veía y no podía leer días antes de fallecer-. Su terraza malagueña, donde también expresaba su devoción mariana mediante el rezo del rosario, fue testigo de su insaciable curiosidad teológica y su deseo de formarse para servir mejor a la gente sencilla.
Esa gente que tuvo la ocasión de conocerle y, por eso mismo, de quererle. Desde Málaga a Oviedo, pasando por Jaén, Madrid y Valladolid, laicos de todas las edades pudieron apreciar la entrega y cercanía un oblato que amaba a los pobres y sentía predilección por los más abandonados. Habían quedado atrás sus años a caballo por la estepa Argentina predicando misiones populares, pero su corazón le seguía impulsando, en sus largos paseos, a encontrarse con las personas de los barrios donde vivía.
Querido Fortunato: estamos seguros de que en ti se cumplen hoy las palabras de Jesús: «siervo bueno cumplidor, como has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor». Muchos de nosotros estamos seguros de haber vivido con un santo de la puerta de al lado, por lo que agradecemos a nuestro Dios, parafraseando tu nombre, la afortunada consecuencia de haberte conocido. Porque tu consecuencia nos ha ayudado a crecer en el amor y en la amistad con Cristo. Él ha querido llevarte durante la octava de su nacimiento. Nosotros te despedimos agradecidos.
Aun en un día triste como éste, tu sonrisa pícara nos recuerda que no tenemos vocación de tristes. Que las dificultades no han de apagar nuestra esperanza. Que las contrariedades no han de ser excusa para no amar y perdonar. En palabras de Luis García Montero: «son las cosas que pasan, las inevitables esquinas del mundo, ayer, hoy, mañana, esas sombras que esperan muchos días a que las preguntas caigan en su tierra. En buena tierra. Porque tienen intención de germinar. Porque nunca han dejado de ser». ¡Gracias, Fortunato, por animarnos a ser buena tierra donde fructifique la Palabra hecha carne!
Muchas gracias hermano Fortunato, por haber sido siempre un corazón lleno de entrega y amor a todos los feligreses de tu Parroquia, en Málaga, Nuestra Señora de la Esperanza y San Eugenio de Mazenod.
ResponderEliminarTodo un privilegio haberte tenido a nuestro lado estos años.
Un gran abrazo, allá dónde estés...
Muchísimas gracias padre Fortunato . Por estos años qué ha estado con nosotros, Conocerlo fue fácil olvidarlo imposible. Por
ResponderEliminarGracias padre Fortunato. Por estos años qué ha estado con nosotros.conocerlo fue fácil olvidarlo imposible. Por haber sido un padre para nosotros.
ResponderEliminarQué Dios lo bendiga en en esta nueva vida.
Una vida eterna y llena de paz
Mari Pepa
Parroquia de la Esperanza San Eugenio Málaga
Gracias padre por su alegría, su dispinibilidad, su servicio humilde.
ResponderEliminarSolo Dios sabe cuanto te. debemos y cuanto te queremos.
Siga cuidando de todos desde el cielo.
S. M. H. S. J. C
Pocas cosas podemos añadir a este bello escrito de quien es en este momento Vicario para el territorio español. Solo decir que el experimento con gran alegría la noticia del nombramiento de P. General de quien fuera, con este servidor su formando. El marcó nuestras vidas juveniles, nosotros hemos sido considerados las tablas de "un naufragio" y gracias a El nosotros hemos remontado el vuelo en la provincia. El fue el Superior de un escolasticado , el de Pozuelo, que reflotó la provincia. El fue con el Padre Pablo de feliz memoria un vivo testimonio de lo que para nosotros representaba un oblato "según el espíritu del Fundador". El tambien ha sido un gran misionero popular, un hombre entregado(lo he comprobado en mis años de formación y posteriormente en Oviedo) un autentico misionero. Un auténtico oblato. Que María Santísima le haya acogido en sus brazos de Madre. QEPD.
ResponderEliminarD D
ResponderEliminarHe leído el intenso perfil biográfico y comparto "afortunado de haberte conocido". Gracias Señor por la larga vida del P. Fortunato. Qué siga acompañando nuestro camino.
ResponderEliminarDoy gracias a Dios por conocer a Santos en vida como su querido hijo y hermano Fortunato, sacerdote Oblato de María Inmaculada.
ResponderEliminarGracias Padre porque has permitido que conociera al P. Fortunato. Nunca le he olvidado. Con el hablaba muchas veces del paisaje tan bonito que tenemos en Asturias y que admiraba. Intercede por nosotros y disfruta de los paisajes celestiales.
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ResponderEliminarUn auténtico privilegio haber conocido al P. Fortunato. Un auténtico SANTO. Un oblato apasionado de Jesucristo y de la Iglesia que vivía con humildad, alegría y coherencia la pobreza, la obediencia y la caridad. Personas que dejan huella en el corazón por su vida ejemplar. Ahora te tendré presente en la oración como intercesor porque estás entre los santos.
ResponderEliminarSiempre recuerdo a este santo Fortunato.Amaba el rosario.uno de los últimos día que vino con Camilo a las flores.estaba yo sola y me dijo es que no rezas aquí el rosario ?me sentí avergonzada.como si el mismo Dios me hubiera echo esa pregunta.Gracias Fortunato. Me acordaré siempre que a Dios no se le niega nada..
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