Retorno del misionero
Hace unos días retornaba a la Misión de Venezuela el P. Javier, más conocido en España, por los que peinamos alguna cana, como Lolín. Después de casi cuatro años sin poder venir a España, debido al COVID y a cierta dificultad habitual con el papeleo, ha pasado un tiempo entre nosotros, alegrándonos con su habitual simpatía.
«Un misionero nunca está de vacaciones, solamente cambia de actividad», decían algunos. Y, ciertamente, este ha sido el caso de Lolín. Uno de los motivos principales de venir en una época desacostumbrada del curso fue el nonagésimo cumpleaños de su madre, pero realmente ha hecho de todo menos estar quieto.
Desde Pozuelo a Aluche, pasando por Málaga -donde también participó en una misión popular realizada en Villanueva de Tapia- y siguiendo por Valladolid, nuestro hermano ha visitado todas las comunidades del Territorio español, poniéndonos al día de la situación de nuestra querida Venezuela.
Gracias a él hemos sentido que el océano no es tan grande y que, como decía san Eugenio, somos una familia unida más allá de las fronteras. Muchas veces pensamos que nosotros somos los que ayudamos y, sin embargo, su testimonio nos fortalece e impulsa a ser discípulos de Jesús también cuando las cosas no salen como nos gustaría.
¡Mil gracias por todo! Nos ha encantado tenerte por aquí, como a tantos amigos de Oviedo y a tu familia. Como siempre, nos han impresionado las historias de sufrimiento que nos contáis pero, sobre todo, vuestra fe y entereza para acompañarlas. Y gracias por recordarnos lo que escribía san Eugenio en la súplica realizada a León XII para solicitar la aprobación de nuestra Congregación: «Se dedicarán principalmente a las misiones que es el fin principal de su Instituto, y con preferencia en las regiones más abandonadas»
Ad maiorem Dei Gloriam
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