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Tanto monta, monta tanto...

 


Esta frase tan castiza, aplicada a los reyes católicos, también nos sirve para calificar la doble fiesta vivida esta semana y, como Provincia, desde hace tantos años. Y es que nuestros dos hermanos, los PP. Amador de Lucas y Otilio Largo, han cumplido noventa con un día de diferencia, como llevan haciendo desde que ambos entraran en su infancia en el juniorado de los oblatos. Y, a pesar de esta cercanía en tiempo, la distancia entre sus formas de ser y las misiones desempeñadas a lo largo de su vida nos hablan de la complementariedad y la belleza de la comunidad religiosa.


El día 30 de abril fue el turno de Amador, conocido por muchos como Lucas, quien entró en esta mítica década celebrando el domingo del Buen Pastor. Cercano, sencillo y amable, nuestro hermano ha sido misionero en Sáhara y Venezuela, pasando por otros muchos lugares de España, desde el norte hasta el sur. A esa incansable labor pastoral añadió algunos años dedicados a la formación.


Allá por donde ha pasado ha dejado buenos amigos y personas que han apreciado su bondad, reflejo de la bondad del Señor que le llamó a representarle en su Iglesia. Signo de ello fue la fiesta sorpresa que le organizaron en la parroquia de Aluche, donde actualmente niños, jóvenes y adultos se reunieron para desearle un cumpleaños feliz.


El día uno de mayo, día de san José obrero, fue el turno de Otilio, a quien la fiesta de su cumpleaños le viene como anillo al dedo. Intelectual, tenaz y preocupado por la cuestión social, nuestro hermano fue uno de aquellos curas obreros que intentaron aunar, como dice el himno de hoy, «la gracia y el afán». Por muchos lugares de España ha pasado también nuestro hermano, entre los que podemos destacar Sevilla y Badajoz y su labor en la pastoral penitenciaria.


No se ha privado la otra parte de nuestra querida dupla de echar unos años en la formación, a parte de su trabajo en encuentros matrimoniales, donde ha dejado muchos conocidos, tantos como en su implicación en favor de los trabajadores, por lo que ha recibido en tan señalado día una placa de reconocimiento.


Viendo a estos dos hermanos juntos, tan distintos y, a la vez, tan iguales, nos damos cuenta de qué necesarios somos todos en la comunidad cristiana y en nuestro mundo. Cuando ponemos nuestros dones al servicio de los hermanos se complementan nuestras sensibilidades y representamos mejor el rostro de Cristo, pastor y carpintero, hermano y maestro.


Y hablando de diferencias, estaba presente en la fiesta el P. Fermín del Blanco, miembro insigne del grupo de ocho oblatos que llegaron a ser y de los que algunos forman parte ya de nuestra comunidad oblata del cielo. Agradecemos a Dios el testimonio de estos queridos hermanos, que nos recuerdan que nuestro voto de perseverancia «es signo de la fidelidad de Cristo a su Padre»  y que «nos ayudaremos mutuamente a encontrar gozo y dicha en nuestra vida de comunidad y en nuestro apostolado»(C. 39).


Queridos hermanos: ¡tanto monta, monta tanto!, y nuestro cariño también se reparte entre ambos indistintamente Pedimos al Señor que os siga regalando vida para que, al veros soplar velas con unas horas de diferencia, sigamos recordando, como otrora ocurriera con san Eugenio y Tempier, que unidos testificamos mejor el Espíritu que habita en medio de nosotros.




   



 





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