El pasado domingo, día tres de septiembre, en Rasal, una pequeña localidad oscense, se celebraba una Eucaristía especial para conmemorar el cincuenta aniversario de la Asociación Colonia Virgen de los Ríos. Para los que formamos la familia oblata, este grupo es conocido entre nosotros como Rasal, y lo asociamos a los campamentos de verano durante el mes de julio. Y, en parte, no nos falta razón, pues la idea original de la que todo surge, allá por los años setenta del siglo pasado, es la de transmitir el Evangelio mediante las actividades lúdicas del verano.
No ha resultado un camino fácil ni exento de dificultades, como la prematura muerte de su iniciador, Mosén Lázaro, como allí le conocían, modo de nombrar a los sacerdotes por aquellos Lares. Sin embargo, la sinodalidad, tan en boga en nuestros días, unida a la gracia del Señor, que nos invitaba como a Pedro a pensar como Dios y no como los hombres, hicieron el resto.
Esos insondables caminos del Señor son los que llevaron un día al P. Ismael, Misionero Oblato de María Inmaculada, a entrar en contacto con un grupo de laicos que se encontraba sin sacerdote que les acompañara. Nuestro hermano, por aquel entonces miembro del equipo de misiones populares, preparaba una misión en Plan (Huesca). Un comentario del párroco le hizo llegar hasta las Clarisas de Monzón. El resto es historia conocida: cariño mutuo y colaboración fecunda, de la que también han formado parte otros oblatos como David, Tino, Rafa, Javi y Alberto, manteniendo nuestra la tradición oblata de trabajar en comunidad.
La comida posterior fue el momento de seguir estrechando lazos de fraternidad, de recordar anécdotas y rememorar todo el bien realizado. Se notaba, de modo especial, el afecto mutuo, personificado en la figura de Ismael, quien con su sencillez, cercanía y amabilidad habituales, ha sido un bálsamo del Espíritu en un momento en el que nuestros hermanos lo necesitaban. Igualmente, era hermoso ver los frutos de todo el bien realizado en tantas personas que han formado familias donde se respiran los valores evangélicos.
Uno de los miembros del grupo escribió una canción, que se ha vuelto significativa para la Asociación. Inspirándose en la fuente del pueblo «donde el agua siempre corre», se preguntan, en una experiencia cercana a la Transfiguración «donde nadie sabe la razón de por qué volver a casa, por qué no quedarse aquí, el lugar donde aprendía a ser feliz. ¿Y cuántos años son los que llevamos? ¿Cuántos más nos dará Dios? Si estamos por y para su servicio, quizá mañana nos llames a otra tierra, Tú, Señor». De momento son cincuenta y, confiados en la Providencia, ojalá siga corriendo el agua del Espíritu no sólo en la montaña de Huesca durante el mes de julio, sino allí donde vayan a dar gratis lo que gratis han recibido. Nos unimos a ellos de corazón alzando esta petición a nuestro buen Padre del Cielo.
Emoción, alegría y oración
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