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En más de setenta países... incluido Namibia.

 


Cuando nos preguntan por la presencia de nuestra Congregación en el mundo, la respuesta suele ser: -en más de setenta países. Si bien es cierto que es verdad, no lo es menos que muchos de esos lugares nos resultan muy desconocidos. Por eso es una alegría recibir entre nosotros a oblatos como Mons. Liborius Ndumbukuti Nashenda, omi., obispo en Namibia.


Es un verdadero placer conocer a hermanos buenos, sencillos y entregados, que dan su vida en tantas partes por amor a Jesucristo y servicio de la Iglesia. En Namibia, los oblatos estamos presentes desde 1884, dos años después de llegar a España. En su caso, fueron misioneros alemanes los que fueron a evangelizar esa bendita tierra. Actualmente, cuentan con 65 miembros y continúan, como quería san Eugenio, trabajando en favor de los más necesitados más de cien años después.


Mons. Liborius no sólo nos ha acercado al sur de África, sino también a la Iglesia universal, pues su paso por Madrid responde a que es uno de los miembros participantes del camino sinodal. La semana que viene, en Roma, obispos de todo el mundo expresaran ante el Papa las inquietudes de sus respectivos lugares de origen, en un primer momento de escucha de lo que puede estar diciéndonos el Espíritu.  


Damos gracias a Dios por haberle conocido y, como muestra de nuestro agradecimiento, le hemos llevado a conocer el estadio de su equipo favorito, pues entre sus aficiones está el fútbol. Nos alegra que haya disfrutado de su estancia y le auguramos un buen encuentro. Decía Pedro Salinas, a propósito del papel jugado por las cartas en la antigüedad, que la catolicidad de la Iglesia es imposible «sin ese ir y venir de las ideas, saltándose las lejanías y venciendo los aislamientos». Parafraseando a san Pablo, si cada corazón es una carta viva escrita por Dios, rezamos para que esos mensajes llevados por tantos rostros concretos den fruto de unidad, comunión y fraternidad.








 


Comentarios

  1. Enhorabuena. Bienvenido a España esta es si casa

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  2. Un gusto haberle conocido aunque haya sido solo un saludo. Un hombre de Dios como tantos Oblatos.

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