Solemnidad de la Inmaculada Concepción: homilía del Superior Provincial

 



Empiezo contando una experiencia concreta que tuve hoy. Sabéis que aquí todo es un poco nuevo para mí, aunque conozco a la gente, las cosas, la casa, la capilla, pero sentí un poco de nostalgia pensando en cómo celebraba antes esta fiesta, en la parroquia con los laicos. No estaba seguro de cómo podría celebrarla este año. Durante este tiempo también estuve fuera, así que al final me imaginaba celebrándola solo en la capilla o con algunos hermanos. Y veo que la Virgen me ha hecho un regalo, que es celebrarlo con la familia, con los hermanos Oblatos, con los chicos en formación, con todos vosotros. Así que esta va a ser para mí la clave que os quiero transmitir en esta fiesta de María. “Javi, hay que saber esperar un poco, tener esperanza”. Esta es la clave. 

 

Hoy miramos a nuestra madre, María Inmaculada. Imagino que, como todas las madres se alegran de encontrar a sus familias reunidas, también ella estará muy contenta. Además, en este día en que renováis vuestras promesas como laicos, los Oblatos renovamos también nuestra consagración a María. ¿Qué hacemos hoy? Hagamos lo que Dios hizo con María. Que María sea inmaculada no es sólo un privilegio, es la dinámica que Dios ha utilizado con la humanidad. Nosotros somos expertos en estropearlo todo, en romperlo todo, en hacer cosas distintas de las que Dios quiere. Pero Dios, con su amor, siempre comienza de nuevo. A través de este encuentro con María, Dios nos ha dado una nueva oportunidad, ha renovado su alianza con nosotros, y María es la puerta por la que Dios entra de nuevo en la historia e intenta salvarla. Y esto lo hacemos hoy. No es que renovemos nuestra alianza con Él, sino que permitimos que renueve en nosotros lo que Dios quiso. Muchas veces pensamos que este tiempo de Adviento es un tiempo en el que tenemos que prepararnos para recibir a Jesús, que conquistar que Jesús entre en nuestra casa. Pero no es que debamos conquistar; Él viene. Debemos acogerlo, que es diferente. Y así en esta renovación no es que seamos perfectos para renovar; ya que nos fue bien este año, renovamos... ¡no! Es que estoy convencido de que Tú puedes hacer esta alianza en nosotros una vez más. 

 

Te propongo que intentes pensar en María como un espejo en el que nos miramos. Seguro que antes de venir aquí te miraste en el espejo, ¿verdad? Para peinarte, para maquillarte. No sé si te pasa, seguro que sí, pero a veces no nos reconocemos. Pero normalmente cuando uno se mira en el espejo se reconoce. Pensamos en María como el espejo en el que tenemos que reconocernos. María es María, la madre de Dios, es inmaculada. Pero María es también una mujer que teme, que sufre. Ciertamente ríe, confía, se hace muchas preguntas. Por eso creo que es un bello ejemplo en el que podemos encontrar un modelo muy concreto de cómo caminar siguiendo a Jesús. 

Hoy insistimos en este hecho de que inmaculada significa sin mancha, ¿no es así? Sin la mancha en el corazón del pecado original como nosotros. 

Pero también sabemos que significa mucho más, no es sólo un privilegio sino una forma de vida. Ella en su forma de vivir, de amar, no tiene la mancha del ego, del pecado, mientras que nosotros sí. Muchas veces amamos pensando que somos el centro. No encontramos la gratuidad, esperamos siempre la reciprocidad, ser reconocidos. Por eso María es inmaculada, porque es capaz de amor puro. 

En cambio, nosotros estamos en la escuela de Jesús, aprendiendo a vivir este amor. 

 

Me parece importante en este tiempo de Adviento, subrayar un aspecto de María que compartí en mi experiencia: saber esperar, saber aguardar. Y me pregunto, leyendo también la carta del Superior General en la que nos invita a alegrarnos, ¿cómo podemos alegrarnos en un mundo en el que sólo hay malas noticias? 

Y os propongo, como María, saber esperar, saber esperar. Y yo me digo, ¿cómo podemos esperar en un mundo que no sabe esperar? Vivimos todas las experiencias cotidianas de nuestra vida. Si el metro llega un poco tarde, nos desesperamos. Si no nos contestan enseguida a un mensaje de texto, empezamos a darle vueltas a la cabeza: ¿qué pasa? Si las cosas no se hacen enseguida como queremos, ya empezamos un poco.... En cambio, María es la mujer de la espera; ella sabe y puede enseñarnos. Y esta es una clave importante en María, incluso en nuestra realidad, incluso en tu realidad laica: debemos saber esperar, saber esperar. ¿Por qué? Porque a veces lo que estás viviendo en un momento concreto no es la vida. A lo mejor no es el mejor momento. No pasa nada, no importa. Otros vendrán. Pongamos, como María, todo en nuestro corazón y dejémoslo así. 

Aprendamos a esperar, reconozcamos la respuesta de María, que es también otra clave para nosotros.

 

El ángel se presenta donde está María, ella no va a una iglesia, va a su casa, seguramente está haciendo sus cosas, ordinarias, y el ángel se presenta y le propone este plan: tú serás la madre del Señor. Ella podría decir muchas cosas y nosotros decimos muchas cosas cuando Dios nos hace una propuesta a través de las personas. María podría decir: “Esto no vale la pena, no gano nada, no vale la pena, no vale la pena. Todo el esfuerzo que hago lo haré por la recompensa que obtendré, no”. Seguramente María podría haber dicho como tantas veces decimos cuando nos pide algo el Señor o alguien: no soy capaz, otros son mejores que yo, no estoy a la altura, pero otros tienen más dones que yo, así que no, no puedo. María podría decir “sí, sí, sí, lo haré, sí, hago lo que me dices”, pero luego no lo hace. En cambio, María dijo sí. Ella dijo sí. Es el primer sí de todos. A veces pensamos que sólo se dice sí una vez. No, no. Es el primer sí de cada día. María dijo que sí. Confío en ti. Estate en mí. A través de mí.

 

Comprendió inmediatamente que no es ella. Ella puede hacer lo que hace, o lo que hará en la historia, porque está llena de gracia. Esta es la clave de María. María tiene claro, porque tiene un corazón inmaculado, que ella no es la protagonista, es un instrumento. Se ve inmediatamente después, cuando va a contarle a Isabel lo que ha vivido, su canto. No es un canto que hable de sí misma, habla de Dios. 

Y así podemos concluir con esto: ¿Cuál es tu canción y qué dirían los demás de ti? Intentemos ser un poco como María, imitar su manera de amar, imitar su manera de responder y esperar. En este momento concreto de tu vida, no sé por lo que estás pasando, pero seguro que tienes muchas cosas en marcha. En paz, en silencio, se resolverán. Miremos a María, demos gracias por este don y pidamos la gracia de poder renovar hoy nuestro compromiso, recordando que no somos nosotros. Dejemos, como María, que la gracia llene nuestro corazón y así podremos responder. 

Feliz fiesta y sigamos en la escuela de María.


p. Javier Montero Infantes

superior provincial

Comentarios

  1. Me ha encantado. María mujer de la espera. Es curioso que todos esperamos siempre cosas buenas. Ahí dejo el dato....

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  2. Por eso es tan necesario, como dice muy bien el p. Javier, seguir en la escuela de María. Dios nunca se equivoca en darnos lo mejor a cada uno de nosotros.

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