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Primera convivencia virtual de los Jóvenes Oblatos

 

Este 2020 ha sido difícil para todos, también para los Jóvenes Oblatos, quienes no sólo han sufrido las circunstancias de la pandemia de modo personal y familiar, sino que también han visto como los proyectos comunes de convivencias y experiencias de verano fueron cancelados. Siempre han sido momentos especiales para nosotros, para crecer en el Señor y en la amistad mutua. Pero, como ocurre siempre, las ganas de vernos y de compartir el carisma han puesto en marcha nuestra imaginación. El resultado: la primera convivencia online de nuestra joven historia, con el lema Contagiando la sonrisa.



Somos conscientes de que éste es un tiempo donde la tristeza y la desesperanza están haciendo mella en nuestra sociedad, en nuestro mundo. En un momento tan complicado para todos ¿dónde encontrar la fuente de la verdadera alegría? Hemos vuelto a recordar que hemos de estar apoyados en la roca que es Cristo, a través de su Palabra, para descubrir que nos pide Dios a nosotros, jóvenes misioneros.

Y para hacer este descubrimiento hemos reflexionado sobre nuestra identidad cristiana y oblata, aprendiendo, incluso a través de una escena del Rey León, que en nosotros se refleja nuestro verdadero ser: ¡somos hijos de Dios! Esa es la fuente de la alegría y de la esperanza. De ahí ha de cortar la fuerza para contagiar una sonrisa responsable, que alivie las cargas de los hermanos que están a nuestro lado.




La reflexión en grupo, compartir nuestras vivencias y nuestra fe en comunidad, es una nota característica de nuestro ser oblato. Por eso dedicamos un tiempo de nuestra mañana a ello, agradecido por todos.


Por la tarde nos fijamos en la experiencia de nuestro Fundador, san Eugenio de Mazenod, quien también vivió momentos de dificultad personal y familiar debido a diferentes motivos, incluido alguna pandemia, en su caso del tifus. En agosto de 1822, san Eugenio tuvo una experiencia fundamental que le impulsó a seguir con la fundación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y que ha estado en el fondo de nuestra convivencia. Frente a una imagen de la Inmaculada, él experimentó su sonrisa, y a través de ella la sonrisa de complacencia de nuestro Dios. Ahí redescubrió su identidad en medio de la dificultad, igual que nosotros. De ahí nuestra oración reviviendo sus sentimientos, para ser fieles como él a nuestra vocación.


Terminamos nuestra convivencia con la Eucaristía, centro de nuestra vida, donde el Señor nos alimentó con su cuerpo y su palabra, para darnos fuerzas y enviarnos de nuevo a este mundo que Él quiere salvar. 


Le pedimos ser buenos testigos de su amor y de la verdadera alegría, para contagiar sonrisas de esperanza a los decaídos. Virgen de la Sonrisa y san Eugenio de Mazenod: rogad por nosotros.


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