Convivencia Jóvenes Oblatos el 27 de marzo
Un 27 de marzo de 1807, un joven llamado Eugenio de Mazenod, tuvo una experiencia fundamental que cambió su vida. Se encontraba un tanto perdido en su vida, a la que no veía sentido. Con su familia separada a causa de la Revolución, con el mundo que había conocido superado por una nueva forma de ver la realidad, con ciertas ambiciones vanidosas que no terminaban de llenar su juvenil corazón, aquel viernes santo se encuentra con un grupo de cristianos a los que pregunta dónde se dirigían. Tan olvidada tenía su vida de fe. Aquellos cristianos anónimos, sorprendidos, le dicen que van a adorar la cruz del Señor, que entregó su vida en ese día. Y allí se dirige Eugenio, sin saber que va a ser su experiencia fundante, el momento que va a cambiar su vida para siempre.
Pues bien, en este 2021 el 27 de marzo ha caído en sábado, previo al domingo de Ramos. Y los jóvenes oblatos hemos aprovechado para rememorar aquel significativo momento e intentar revivir esa hermosa experiencia para hacerla nuestra.
Al igual que hicimos en Navidad, debido al cierre perimetral, nos juntamos los de Madrid, en esta ocasión en la parroquia de san Leandro en Aluche, y conectamos por internet con nuestros hermanos de Málaga.
Como queríamos revivir la experiencia del Fundador pensamos que sería muy importante para nosotros que nos hablara su sucesor en la Congregación, es decir, el Superior General, el P. Louis Lougen.
De todos es conocida su simpatía y su cercanía, pero aún así nos volvió a dejar impresionados. Primero por su generosidad, ya que se encuentra en Estados Unidos para someterse a una intervención quirúrgica, y en todo momento nos expresó su deseo de estar con nosotros en esa mañana, a pesar de que para él eran las 5:30 de la madrugada.
Tanto su comentario de la experiencia de san Eugenio el Viernes Santo, como su compartir fraterno de su experiencia personal, nos dejó una vez más una muestra de que el P. Louis hace vida las palabras del Fundador a los oblatos a quienes decía: "Que los hermanos Oblatos se impregnen todos del espíritu de familia que debe existir entre nosotros. He visto muchas Ordenes religiosas y estoy en relación muy íntima con las más regulares Pues bien, aparte de sus virtudes, he visto entre ellas un gran espíritu de cuerpo; pero ese amor, más que paternal, del superior a los miembros de la familia, y esa relación cordial de los miembros con su superior que establece entre ellos una vinculación que arranca del corazón y que, entre nosotros, establece verdaderos lazos de familia de padre a hijos y de hijos a padre, eso no lo he encontrado en ningún sitio.
Siempre se lo he agradecido a Dios como un don particular que ha querido concederme; porque El me dio este temple de corazón, esta fusión de amor que me es propia y que se derrama sobre cada uno sin daño para los demás, como ocurre, me atrevería a decir, con d amor de Dios a los hombres. Digo que es este sentimiento, y reconozco que procede de aquel que es la fuente de todo amor, el que ha provocado en los corazones de mis hijos esa reciprocidad de amor que constituye el carácter distintivo de nuestra querida familia.Vaya esto, para ayudarnos mutuamente a gustar mejor el encanto de nuestra vocación, y que todo vaya a parar a Dios para su mayor gloria. Es el deseo más ardiente de mi corazón".
Una vez recibida la bendición del P. Louis vía telemática, pero eficaz gracias a la presencia del Espíritu en todo momento y en todo lugar, tuvimos un tiempo de meditación y un compartir por grupos más pequeños. Luego pudimos celebrar la Eucaristía, cada uno en su lugar, pero unidos por un mismo espíritu fraterno, agradecidos por esta vocación oblata que el Señor nos ha regalado.
La tarde comenzó con algunos juegos preparados por los jóvenes, con los que conseguimos dominar al diablo meridiano para poder afrontar la tarde con fuerza y alegría. Nuestro deseo era revivir la experiencia de San Eugenio y pensamos que la mejor forma de hacerlo era rezando un via crucis. Fue especial porque lo preparamos entre todos, buscando como jóvenes reflexiones, imágenes y cantos que nos ayudaran a meditar la pasión de Jesús y experimentar en ella la inmensa e infinita misericordia de Dios.
Con este rezo del via crucis dimos fin a nuestra convivencia, conscientes de la importancia de ese momento, en el que, doscientos años antes, un joven como nosotros se había encontrado de un modo especial con el Señor y, gracias a él, nosotros seguimos tras las huellas de Cristo y con el deseo de ser misioneros en nuestro mundo.
Deseamos que este espíritu nos ayude a vivir el Triduo Pascual y a renovar nuestro bautismo, para poder ser luz en este mundo que tanto lo necesita.
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