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«La separación es sólo contrafigura de otro ver»

 


El aforismo del poeta venezolano Rafael Cadenas, que da título a nuestra entrada de hoy, expresa el sentimiento experimentado siempre que uno de nuestros misioneros regresa a la misión después de haber pasado un tiempo entre nosotros. Cuando están aquí, nos acercan otros mundos diferentes a los que vivimos cotidianamente; cuando se marchan, nos dejan otra mirada, otra forma de ver la realidad.


En esta ocasión fue el P. José Manuel Cicuéndez Pérez, superior de la Misión de Venezuela, quien nos ayudó a cambiar nuestra percepción de la vida. Con la habitual generosidad del que lo ha dejado todo para entregarse a los demás, nuestro hermano aprovechó su estancia de paso por España, camino de la Asamblea Provincial, para visitar todas las comunidades oblatas, «compartiendo mutuamente lo que somos 
y lo que tenemos» (C. 39).


Ha sido un tiempo breve, pero bien aprovechado. Empezando por el sur de nuestro suelo patrio, donde visitó a los hermanos de Málaga y a la unidad pastoral formada por las parroquias de Ntra. Sra. de la Esperanza y san Eugenio de Mazenod y Ntra. Sra. de Flores.


Continuando por el norte, con la visita a la comunidad de Valladolid y a las parroquias de San Isidro (en la ciudad), Mojados y Megeces. Allí también tuvo ocasión de hablar con nuestros hermanos de AMYCO, la ONG formada por antiguos alumnos de El Abrojo, con el objetivo de ayudar a la misiones.


Y terminando por Madrid, donde visitó a todas las comunidades oblatas y pudo encontrarse con la familia oblata de Aluche y de Pozuelo. Inmejorable ocasión para conocer, de primera mano, tanto la situación de la familia oblata en Venezuela, como el nuevo proyecto que se desea impulsar: la casa de acogida Padre Vidal. Este gran misionero, que nos dejó este mismo año, ha inspirado a nuestros hermanos para implicarse en la compra de una viviendo que pueda servir de lugar de estancia a las gentes del campo que van a la ciudad (San Cristóbal) por causas relacionadas con tratamientos médicos.


Somos conscientes de la carencia de medicamentos allí, pues llevamos años enviando medicinas. Pero no lo somos tanto de las situaciones vividas por familias que no pueden costearse, a la vez, un médico (siempre privado, pues no hay seguridad social como aquí) y un lugar donde hospedarse mientras se realiza el diagnóstico o el tratamiento requerido. ¡Gracias hermanos, por abrir nuestros ojos y sacarnos de nuestros egoísmos! Como rezaba el Evangelio de este domingo, intentaremos poner nuestros talentos a disposición de los más necesitados. Y, ante todo, acrecentaremos nuestra fe, pues como decía san Eugenio a sus misioneros, estamos unidos en nuestro centro común: Jesús Eucaristía. 



 





 

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