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Visita de familia

 


Emulando a nuestra Madre, la Virgen María, un grupo de la familia oblata de Pozuelo "fue a la montaña", el pasado día 28 de octubre, a visitar la comunidad segoviana de las Misioneras Oblatas de María Inmaculada. El objetivo era muy sencillo: crecer en amistad y fraternidad pasando un día juntos, sin más pretensión que disfrutar de la presencia y compañía de aquellos con quienes compartimos amistad y carisma.


Gracias al "enchufe" de nuestras hermanas, por su buen hacer en la diócesis castellana, pudimos aparcar en el centro de la ciudad y realizar una hermosa visita guiada por la catedral. Allí descubrimos la gran riqueza que esconde esta iglesia, denominada como la Dama de las Catedrales, por su elegancia y sencillez.


Ya en el lugar donde habita la comunidad, en el pueblo de San Cristóbal, pudimos hacer vida nuestras CC.RR. oblatas, que marcan en el número 41: «nuestras casas y nuestros corazones están abiertos a cuantos necesitan ayuda y consejo. Acogeremos gustosos a los sacerdotes, religiosos y demás obreros del Evangelio que desean compartir con nosotros el pan de la amistad, la vida de oración y las reflexiones a la luz de la fe».


En la Eucaristía que tuvimos ocasión de celebrar en la hermosa iglesia parroquial de esta localidad, donde las oblatas desempeñan su labor pastoral, recordamos las palabras del Papa Benedicto XVI a propósito de San Simón y San Judas, cuya memoria festejábamos. Decía, allá por el año 2006: «Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales, sin exclusión alguna. ¡A Él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas! Y lo mejor es que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de que son diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos». ¡Esa es la razón principal de este día juntos, de esta salida comunitaria!


 No podíamos irnos de Segovia sin una visita, obligada por otra parte, a San Juan de la Cruz, quien escribe en su primera cautela: «no ames a una persona más que a otra, que errarás; porque aquel es digno de más amor que Dios ama más, y no sabes tú a cuál ama Dios más». A los pies de la Virgen de la Fuencisla, ante quien cantamos una Salve para despedir esta hermosa jornada, presentamos esta intención. Fue una alegría compartir misa y mesa, conocer la labor misionera de nuestras hermanas y comprobar, una vez más, que la caridad fraterna, a la que nos invitaba nuestro Fundador, es el verdadero motor de nuestra misión.   









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