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XXIII Asamblea General de AMYCO

 


En una conferencia ofrecida en el convento de Latour-Maubourg (Francia), bajo el título El descreído y los cristianos, decía Albert Camus en 1946: «Quiero decir con esto que las palabras "pesimismo" y "optimismo" necesitan ser concretadas y que, a la espera de poder hacerlo, debemos reconocer lo que nos une en vez de lo que nos separa». Esta reflexión parece ajustarse bastante bien a la intención de nuestros hermanos de AMYCO, quienes llevan por nombre la amistad y la colaboración, con el deseo de ayudar a los oblatos en su labor misionera.


Fue por el año 1999 cuando un grupo de antiguos alumnos del juniorado oblato se decidió a fundar una ONG vinculada, de un modo especial, a nuestro carisma. La razón es bien sencilla: todos ellos hicieron sus estudios -correspondientes a lo que hoy sería la secundaria y el bachillerato- en el seminario menor de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Agradecidos por ello, aunque luego no continuaron como religiosos, querían devolver algo de lo mucho recibido. Es el espíritu que sigue manteniendo vivo su presidente, D. Evilio Morán, con su junta directiva.


En la actualidad cuentan con unos 150 socios, que sostienen con sus cuotas proyectos misioneros de diversa índole. En la Asamblea general, mediante su junta directiva, dan cuenta de las actividades realizadas, de la situación financiera y eligen los proyectos a los que van a dedicar su atención en el presente año. Dos notas suelen prevalecer a la hora de seleccionarlos: en primer lugar, se prioriza los que sean llevados por oblatos, aunque no se descarten otras colaboraciones; en segundo lugar, una especial sensibilidad hacia los proyectos educativos, recordando lo que supuso para ellos el acceso a la enseñanza. Volviendo al discurso de Albert Camus, podemos decir que aunque algunos se declaran no creyentes y otros siguen viviendo su fe cristiana, a todos se les quedó grabado que «los hombres viven, y solo pueden vivir, si saben que hablando humanamente a un hombre se provocan en él reacciones humanas». Era el primer paso que proponía san Eugenio en su Prefacio: llevar a las personas s sentimientos humanos. 


La Asamblea finalizó con una comida, a la que se unieron algunas de las esposas junto a las que formaron sus familias. En ese ambiente distendido y fraterno, no faltaron las anécdotas y los recuerdos llenos de cariño hacia quienes fueron sus profesores y educadores. Junto a ellos se percibe el sabor de una historia desconocida a veces, pero fundamental para entender la vida de nuestra Congregación en España. Los sentimos como parte de nuestra familia, y les agradecemos mantener viva la memoria de sus años oblatos.


Mientras se acercan a su veinticinco aniversario, les auguramos muchos años más de amistad y colaboración. La presencia del vicario provincial, el P. Alberto Ruiz, en la Asamblea del pasado 20 de abril, es un hermoso símbolo de que seguimos trabajando unidos por los más abandonados. De este modo hacemos vida lo que nos ha recordado el documento de la Dicasterio para la doctrina de la fe, Dignitas infinita, con ocasión del 75 aniversario de la declaración de los derechos humanos: «También hoy, ante tantas violaciones de la dignidad humana, que amenazan gravemente el futuro de la humanidad, la Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana, cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas. Lo hace con esperanza, segura de la fuerza que brota de Cristo resucitado, que ha llevado ya a su plenitud definitiva la dignidad integral de todo varón y de toda mujer. Esta certeza se convierte en un llamamiento en las palabras del Papa Francisco a cada uno de nosotros: «a cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle». 









Comentarios

  1. Bonita labor y buen trabajo

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  2. Como antiguo alumno de El Abrojo, hoy sacerdote, y amigo de los AmYcos me uno a la celebracion de esas bodas de plata en ciernes. Mi agradecimiento tambien a los profesores que tuve en el juniorado y de los cuales guardo bonito recuerdo. Tambien me alegro de que estemos unidos a todos aquellos que bebieron de nuestro carisma fundacional y mantienen todavia el rescoldo del fuego en el que prendieron sus sensibilidades religiosas que con el paso del tiempo algunas que hayan convertido en cenizas.

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