El P. Diego Sáez nos habla de la misión de Turkmenistán

Queridos hermanos todos:

Tras 6 meses en mi nueva misión de Turkmenistán, os escribo desde estas tierras a las orillas del desierto de Karakum, uno de los 10 más extensos y que se abre apenas unos pocos kilómetros nada más salir de Askhabad, la capital, cubriendo un 80-90% del país. Tras este tiempo, ya puedo contaros con algo más de detalle mi vida y misión.

En lo geográfico, Turkmenistán es, como decía, un país desértico. Está a las orillas del Mar Caspio, y sus países vecinos son, al norte y noreste tenemos Kazajstán, y Uzbekistán. Al sur y sureste tenemos a Afganistán e Irán. Y al oeste, como dije, el Caspio. Al ser desierto todo el centro del país, las poblaciones están en un valle fértil en la parte más norte, junto a la frontera con Uzbekistán, y en otro valle al sur (donde está la capital) junto a las montañas que nos separan de Irán. Al centro-este tenemos un par de oasis en el desierto, con alguna población que otra, en el extremo este las montañas, que ofrecen algo de agua, por lo que están también algo pobladas. Al oeste la costa del Caspio, con algún puerto que otro. Y eso es todo.

El clima es continental extremo. El verano es largo, de finales de abril a finales de octubre; eso el verano oficial, porque en Navidad, para que tengáis una idea, estábamos a 26 grados. Pero no era el verano oficial… El invierno es corto y suave. Y la primavera y el otoño son casi inexistentes. Sin embargo, es muy cambiante. Los vientos traen más o menos calor, y eso hace que las temperaturas puedan oscilar de un día a otro de +20 ºC a casi +40 ºC para luego volver a caer. También las mañanas y las noches son frescas, a pesar de que el día haya sido caluroso. Eso de momento, pues aseguran que en el pleno verano (hacia julio) las temperaturas son asfixiantes tanto en el día (+50) como en la noche.

Tanto la geografía como el clima condicionan la vida del país. La geografía hace que tradicionalmente los turkmenos fueran pueblos nómadas, llevando el ganado de oasis a oasis, etc. Eso hasta hace bien poco (mediados de los años ’50), de ahí que conserven tradiciones ancestrales. El clima propicia que la gente pase tiempo en la calle, lo que les hace un pueblo abierto, comunicativo y hospitalario.

Étnicamente, además de los turkmenos, hay uzbekos, rusos, armenios, georgianos y muchas otras nacionalidades.

En la cuestión del idioma, el oficial es el turkmeno. El ruso es ampliamente hablado en la capital y otras poblaciones importantes. En los pueblos del interior, no. Así que ahora estoy estudiando el turkmeno, o intentándolo, pues el poco tiempo no me deja más posibilidades.

En lo religioso, la mayoría es musulmana suní, aunque con muchas prácticas preislámicas, por lo que no es un islam muy puro. Los tiempos soviéticos hicieron también que la gente se educara sin práctica religiosa definida. La gente es abierta y tolerante.

Somos 3 en la misión: dos sacerdotes (el P. Andrzej Madej y yo) y un diácono. El diácono (Rafal Chilimoniuk) pronto será ordenado sacerdote, el 21 de mayo, de manos del Nuncio de Turquía y Turkmenistán, Mons. Antonio Lucibello, ¡en cuya línea genealógica episcopal se encuentra San Eugenio de Mazenod!. Así que vamos a vivir una gran fiesta. Nuestro diácono acaba de recibir, ya, obediencia para nuestra Misión de Turkmenistán, así que ¡bienvenido!. Seremos 3 en la misión, de hecho y de derecho.

Canónicamente somos Missio Sui Iuris, el primer paso en el establecimiento de la Iglesia. Así que nos toca hacer de todo: canónigos y monjes (en el rezo en común de la Liturgia de las Horas, que procuramos hacerlo todo en común, salvo las Completas), confesores, exorcistas, directores espirituales, penitenciarios, cura de almas, catequistas, predicadores itinerantes, directores de “Caritas” y todo lo que se pueda uno imaginar. Respecto a la Congregación, nuestra Misión es una “joint venture” de la Provincia de Polonia y la de Estados Unidos, aunque la responsabilidad más directa es del Provincial de Polonia.

Además, atendemos la Nunciatura Apostólica, que nos da cobijo para poder estar en el país. Nos toca asistir a muchos actos oficiales, muchísimos. Hay diplomáticos de otras embajadas con experiencia en distintos países que dicen que nunca habían visto tantos actos oficiales a los que asistir.

Nuestra misión principal es contactar con la gente. Muchos que saben de nosotros por medio de ya cristianos etc. nos piden que les hablemos de nuestra fe. Recorremos la ciudad y el país visitando esta gente, charlando con ellos, haciendo contactos… Muchos se interesan a fondo. Y varios ingresan en el catecumenado. Esta Pascua hemos bautizado a 8 y 10 más, que fueron bautizados en otras Iglesias o que nunca tuvieron una práctica religiosa a pesar de ser católico, fueron recibidos, tras haberse preparado para ello, en la Iglesia Católica. Así que tenemos unos 150 fieles en la capital, más unos 10 en otra población en la costa y 4 más en el interior. Además, contamos con otros simpatizantes en diversas poblaciones a los que visitamos. Hay muchas posibilidades en el país, lástima que seamos tan reducidos, pero bueno, somos sal o levadura, pocos, pero dando sabor y fermentando. Da alegría ver que, a pesar de llevar sólo 14 años, comienzan las vocaciones nativas: tenemos un novicio (que completó 5 años de prenoviciado en Ucrania – yo fui su formador durante 3 años-), una prenovicia carmelita, una religiosa profesa en una Congregación de Polonia, y hay un joven que quiere entrar el próximo curso en los oblatos y una chica que también se plantea seriamente su vocación religiosa. Hay futuro.

El ritmo es bien apretado, de la mañana a la noche: la capilla y la gente de la capital, los viajes pastorales y misioneros, la Nunciatura,… Además, como ecónomo que soy de la Misión me toca hacer las compras o atender los asuntos materiales de la casa y la Nunciatura. Y aún, se notan las carencias que tenemos: no hay dónde irse unos días de retiro, o de estudio, o para charlar y compartir con otros oblatos o sacerdotes… Estamos solos. ¡Es la misión!, y, por eso, ¡contentos de ser oblatos!.

Estoy comenzando en esta misión. Todo es nuevo y a veces resulta cansado y agotador el esfuerzo de adaptación, más si cabe, porque las necesidades son muchas. Pero me encuentro muy contento de estar aquí, todo te habla del carisma oblato. Pido vuestras oraciones por esta misión.

Yo también rezo por vosotros. ¡Que los Mártires nos ayuden!.

Un abrazo fraterno.

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