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¡Se apaga una luz…! (24/01/2011 - México)

Comparto con vosotros este articulo que he leido de la Página web oficial OMI   (Octaviano OMI)

Unas semanas después de su elección como Asistente General, el P. Gilberto PIÑÓN fue sometido a una cirugía en la Ciudad de México. Mientras se recuperaba en la Casa Provincial, escribió este testimonio acerca de uno de nuestros mayores, el P. Gregorio RAMOS.

¡Se apagará una luz para encender una lumbrera!

Esta es la imagen que me viene a la mente al contemplar, desde mi cuarto, al Padre Gregorio Ramos, misionero oblato, originario de España y ahora tendido en una cama en la Casa Provincial de la Ciudad de México. Sólo con la ayuda de una enfermera puede sentarse, asearse y caminar, ya sea hacia la Capilla de la Inmaculada;en la misma casa Provincial para la celebración diaria de la Eucaristía o hacia el comedor para tomar sus alimentos. Ya ni siquiera puede pronunciar una palabra humana. Sólo contempla el va-y-ven a su alrededor.

Me siento contento y orgulloso al pensar en el Gregorio de antaño, hombre robusto y lleno de vigor, apasionado de los tiempos litúrgicos de Adviento y Cuaresma. Bien recuerdo que se dedicaba con esmero a preparar los feligreses de la Parroquia La Guadalupita para las grandes fiestas Pascuales de Navidad y Resurrección. No tengo ninguna duda que la gente gozaba de estos tiempos litúrgicos, admirando todos los preparativos, charlas y sermones en esas fiestas celebrativas de nuestra fe.

El Padre Goyo era un apasionado de los Nacimientos de Navidad. Todos, incluso los oblatos, esperábamos con ciertas ansias éstos tiempos para ver qué inventaba el Padre Goyo

Ahora, desde mi cuarto, al contemplarlo humanamente desgastado, me siento triste. Se nos va otro compañero misionero que llegó de lejos. Pero el recuerdo y testimonio de vida misionera que nos deja como herencia;me fortalece en mi propio compromiso de ser misionero oblato con los pobres y para los pobres. Mi tristeza desvanece y se convierte en orgullo por haber conocido dicho misionero y me lleno de satisfacción por haber compartido muchos momentos agradables con él. Y son ya muchos los oblatos lo recuerdan y lo admiran, desde que tocó tierra mexicana.

El Padre Gregorio dejó su familia para integrarse a nuestra familia misionera en España, dedicando muchos años a la formación de seminaristas como profesor; después deja su tierra natal para trabajar en Texas y México.

Deja sembrado en nuestro suelo y nuestro corazón lo mejor de su vida. Toca a cada uno de nosotros cosechar lo que él sembró, dedicándonos con igual esmero a la evangelización de los más necesitados a nuestro lado. Esto será el mejor homenaje que le podremos dar al Padre Goyo y a tantos otros misioneros que nos han precedido.
Dios sólo sabe cuándo el Padre Goyo nos dejará para ingresar a la Casa del Padre. Pero, ya desde ahora podemos ver que una luz se apaga para encender una lumbrera


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