Muchos Oblatos españoles han desarrollado su vida misionera en Argentina. El P. Jose María Garmón es uno de ellos. Motivado por la restauración de una parte de la casa donde viven los Oblatos en Mendoza, escribe las siguientes palabras y hace una propuesta concreta...¿quién le ayuda?
RECUERDOS DEL P. JOSÉ MARÍA GARMÓN OMI
Sobre el Caserón histórico de La Carrodilla
Querido Tony:
Complaciendo tu pedido quiero compartir contigo los recuerdos que tengo sobre la Carrodilla.
Yo llegué a Mendoza a primeros de febrero del año 1958 por la Obediencia que me dio el Padre Julio para Cruz de Piedra con el fin de integrar el Equipo Misionero donde estaban los Padres Luciano Antón, Fortunato Alonso y Porfirio Fernández que era el Superior.
La cercanía con la Comunidad de la Carrodilla hacía que nos intercambiáramos, frecuentes visitas para cambiar impresiones, compartir almuerzos y hacer algunos paseos a la Finca Toso de Barrancas donde Don Abraham era el administrador muy amigo de los Oblatos.
El recuerdo que yo tengo de la Carrodilla es que me encontré con una Iglesia remozada por los trabajos del P. Juan José Cincunegui y como contraste un caserón viejo.
En la planta alta, que si mal no recuerdo tenía cinco piezas bastante pobres y desvencijadas, vivían los Padres: Jesús López, Juan José Cincunegui y Pedrito Centurioni que eran los que formaban la Comunidad.
El piso de abajo disponía de una cocina bastante amplia, un comedor más reducido y pasando la escalera había un salón relativamente grande que servía como sala de reuniones y para distracción de los jóvenes que jugaban al ping-pong.
Terminando esta tira de edificación seguía una pieza para los trastos viejos y al lado había un pasillo con salida al patio del sur y que separaba del caserón otra construcción de planta baja con piezas muy altas formando una especie de “ele”
Este ala tenía cuatro piezas: dos “siamesas” de este a oeste y por consiguiente achatadas y dos alargadas con las misma dimensiones de las dos juntas pero de norte a sur y que la primera aparecía como un salón grande y la segunda, que limitaba con la Iglesia era una trastera para almacenar elementos y cosas del culto.
En estos espacios ideó y organizó el Padre Jesús el Museo: En la primera pieza que daba al patio central colocó el famoso “clavicordio” o clavecín del que sonaba una sola tecla, el bastón de Paganini, algunos libros históricos, y otros elementos antiguos.
En la tercera pieza o sea la más alargada puso la Imagen grande de la Virgen de la Merced, algunas sillas históricas y en el fondo bien destacado con un dosel rojo colocó el famoso Cristo de los Indios Huarpe.
Cuando el Padre Pedrito guiaba algún grupo de turistas y les hacía pasar por las distintas dependencias les invitaba a firmar en un libro voluminoso que había y luego les decía
con picardía:“Ustedes que saben escribir, seguramente que también saben leer…” y les mostraba un cartel con letras grandes que decía.”Colabore con la Parroquia”.
Concretado el proyecto de edificar la nueva casa para albergar a los Padres y facilitar el desplazamiento de los Misioneros, esta vieja construcción fue sentenciada a desaparecer con un trozo del caserón que se “desmocho” para seguir la línea de los replanteos hasta donde terminaba la propiedad.
Antes de empezar la obra, los Misioneros de Cruz de
Piedra, nos mudamos a la Carrodilla en los primeros días del año 1962,
según consta en un articulo que me toco escribir sobre la Carrodilla en
la Revista de “Fátima” de España el numero de Julio-Agosto del
año1967, dedicado a las Comunidades y trabajos de los Oblatos en
Argentina.
Hay otro dato que corrobora esta fecha de nuestra llegada a la Carrodilla: En ese mismo año tuvimos la visita del nuestro Padre General Leo Deschatelets y como a mi, después de diez años de espera, me tocaban las vacaciones a España, estando reunidos en el salón grande, hoy parte de él la despensa que sigue a la escalera, le pedí permiso para visitar Roma y que me ayudara con algunos dólares. Lo primero me lo concedió con la gran sonrisa que le caracterizaba, pero para lo segundo me dijo en francés:”Pas d argent”
Con llegada del Padre Recalde y del P. Chabanon, posiblemente en el 1963, nos pusimos todos manos a la obra y con la dirección del arquitecto catalán de apellido Oltra empezamos a preparar el terreno.
Teníamos tanto “apuro” por empezar las obras que los Padres ayudamos a derribar las paredes constatando el tamaño y la solidez de los adobones con que estaban hechas.
Un día después del almuerzo, andando en ese trabajo los Padres Recalde, Jesús López y el que subscribe, al querer derribar una pared, golpeando con un listón el travesaño que servía de dintel a una puerta, se me cayeron los adobones encima y pude contar el cuento porque Dios es grande y la Virgen de la Carrodilla fue mi protectora. Salí de la polvareda sin anteojos, con la sotana rota y sin el zapato del pie derecho. Pero la saqué barata porque aunque tuve que ir en moto a la sala de primeros auxilios, no se me rompió ningún hueso y solo se me inflamo el empeine del pie derecho.
Tuvo peor suerte un obrero que andaba arreglando el techo del caserón viejo que se llovía y también las paredes, porque se le cayó una de estas encima y para que fraguara el sacro que se le había trizado pasó un mes entero colgado del techo con los pies para arriba.
Con el terreno despejado y realizados los replanteos se empezó la deseada edificación con un albañil llamado Domingo y que era italiano muy asiduo a la Iglesia.
Puestos los cimientos, nos “asustamos” de la cantidad de hierros que se empleaban para las columnas y las vigas como si tuvieran que aguantar un terremoto de más de diez grados o como si tuviera que pasar un tren con locomotora y todo por encima. El arquitecto buscó la seguridad sin ahorrar gastos olvidándose del principio de “buscar la mayor seguridad empleando el menor número de materiales y de gastos posibles”
No recuerdo cuánto tiempo duró la obra, ni cuando se inauguró, ni si se bendijo haciendo una ceremonia especial y alguna fiesta, porque pudo coincidir con mi ausencia por estar predicando alguna misión o novena. Pero según mis cálculos, estrenaríamos la nueva casa en el año 1964.
La distribución de las piezas fue fraterna y amigable: El Padre Pedrito tomó la de abajo entrando a la derecha por su dificultad para subir las escaleras.
Arriba también siguiendo el pasillo a la derecha hasta el fondo, la primera pieza que da al patio central la eligió el Padre Recalde, luego seguía la mía; y del lado del sur se instaló el P. Chabanon Más adelante al lado del baño el P. Juan y en el fondo en la pieza solitaria, el Padre Jesús
Debo consignar el detalle que como para adquirir “el derecho de propiedad cada Padre se encargo de pintar su cuarto con los colores a su gusto.
En cuanto a las piezas del caserón viejo, quedaron desocupadas con toda la historia de los Padres que las habitaron con tanta pobreza y sacrificio.
De ellos ya no queda ninguno: Jesús López, Juan José Cincunegui, Pedrito Centurión, el que está para contarlo y el P. Pablo Chabanon que pasaron a mejor vida.
Quiero consignar el detalle, que con la construcción de la casa y los trabajos pastorales era tanta la actividad de los Padres que el Padre Pedrito lo resumía diciendo con frecuencia: “fervet opus”.
Yo tenía una buena relación con Jesús y como paraba poco en la pieza le solía leer el artículo de la antigua Regla que decía:”…Pedem non eferant nisi juxta de causa…” porque parecía que él lo interpretaba al revés. Y como por el cansancio a veces faltaba a la oración de la mañana se me ocurrió traerle de España en una de mis vacaciones un libro que se titulaba:”Meditaciones para los que no meditan” que le causó mucha gracia.
Todos gozábamos de buena salud y el P. Pedrito que era el más viejo y no lo aparentaba, cuando los turistas le preguntaban la edad, alardeaba diciendo:”Material impostado”
Estos son los recuerdos que tengo de la Carrodilla donde pasé casi veinte años muy felices y donde desfilaron como misioneros una buena parte de la Provincia: los Padres, Chabanon, Felipe, Eutimio, Galiotti, Ursino, Plaza, Nieto formando una Comunidad fraterna y numerosa. El Padre Cincunegui, tenía siempre el gesto de esperarme cuando volvía de una misión para compartir conmigo una cerveza…¡Son gratos recuerdos!
Tony ¿No tienes el Diario del P. Recalde donde se consignan todos estos datos? Como literatura oblata está la Historia del P. Álvaro Vega, la Reseña que hicimos cada casa para la conmemoración de los 50 años en Argentina. También la Revista Fátima del año 1967 de España que tiene en la portada al gaucho Zepeda que trabajaba en el seminario de San Esteban. Yo tengo un escrito sobre la permanencia de los oblatos en Malargüe y otro que se perdió en Córdoba sobre la edificación del salón. Además la historia de la Parroquia de Santa Fe con motivo de las Bodas de Oro y el detalle de los Colegios.
¿No sería lindo que cada casa hiciera la historia de los Padres que vivieron en ella?
Iglesia de La Carrodilla |
Sobre el Caserón histórico de La Carrodilla
Querido Tony:
Complaciendo tu pedido quiero compartir contigo los recuerdos que tengo sobre la Carrodilla.
Yo llegué a Mendoza a primeros de febrero del año 1958 por la Obediencia que me dio el Padre Julio para Cruz de Piedra con el fin de integrar el Equipo Misionero donde estaban los Padres Luciano Antón, Fortunato Alonso y Porfirio Fernández que era el Superior.
La cercanía con la Comunidad de la Carrodilla hacía que nos intercambiáramos, frecuentes visitas para cambiar impresiones, compartir almuerzos y hacer algunos paseos a la Finca Toso de Barrancas donde Don Abraham era el administrador muy amigo de los Oblatos.
El recuerdo que yo tengo de la Carrodilla es que me encontré con una Iglesia remozada por los trabajos del P. Juan José Cincunegui y como contraste un caserón viejo.
En la planta alta, que si mal no recuerdo tenía cinco piezas bastante pobres y desvencijadas, vivían los Padres: Jesús López, Juan José Cincunegui y Pedrito Centurioni que eran los que formaban la Comunidad.
El piso de abajo disponía de una cocina bastante amplia, un comedor más reducido y pasando la escalera había un salón relativamente grande que servía como sala de reuniones y para distracción de los jóvenes que jugaban al ping-pong.
Detalle del Patio de la casa |
Terminando esta tira de edificación seguía una pieza para los trastos viejos y al lado había un pasillo con salida al patio del sur y que separaba del caserón otra construcción de planta baja con piezas muy altas formando una especie de “ele”
Este ala tenía cuatro piezas: dos “siamesas” de este a oeste y por consiguiente achatadas y dos alargadas con las misma dimensiones de las dos juntas pero de norte a sur y que la primera aparecía como un salón grande y la segunda, que limitaba con la Iglesia era una trastera para almacenar elementos y cosas del culto.
En estos espacios ideó y organizó el Padre Jesús el Museo: En la primera pieza que daba al patio central colocó el famoso “clavicordio” o clavecín del que sonaba una sola tecla, el bastón de Paganini, algunos libros históricos, y otros elementos antiguos.
En la tercera pieza o sea la más alargada puso la Imagen grande de la Virgen de la Merced, algunas sillas históricas y en el fondo bien destacado con un dosel rojo colocó el famoso Cristo de los Indios Huarpe.
Durante la restauración |
Cuando el Padre Pedrito guiaba algún grupo de turistas y les hacía pasar por las distintas dependencias les invitaba a firmar en un libro voluminoso que había y luego les decía
con picardía:“Ustedes que saben escribir, seguramente que también saben leer…” y les mostraba un cartel con letras grandes que decía.”Colabore con la Parroquia”.
Concretado el proyecto de edificar la nueva casa para albergar a los Padres y facilitar el desplazamiento de los Misioneros, esta vieja construcción fue sentenciada a desaparecer con un trozo del caserón que se “desmocho” para seguir la línea de los replanteos hasta donde terminaba la propiedad.
Instantánea de la casa |
Hay otro dato que corrobora esta fecha de nuestra llegada a la Carrodilla: En ese mismo año tuvimos la visita del nuestro Padre General Leo Deschatelets y como a mi, después de diez años de espera, me tocaban las vacaciones a España, estando reunidos en el salón grande, hoy parte de él la despensa que sigue a la escalera, le pedí permiso para visitar Roma y que me ayudara con algunos dólares. Lo primero me lo concedió con la gran sonrisa que le caracterizaba, pero para lo segundo me dijo en francés:”Pas d argent”
Con llegada del Padre Recalde y del P. Chabanon, posiblemente en el 1963, nos pusimos todos manos a la obra y con la dirección del arquitecto catalán de apellido Oltra empezamos a preparar el terreno.
Teníamos tanto “apuro” por empezar las obras que los Padres ayudamos a derribar las paredes constatando el tamaño y la solidez de los adobones con que estaban hechas.
Un día después del almuerzo, andando en ese trabajo los Padres Recalde, Jesús López y el que subscribe, al querer derribar una pared, golpeando con un listón el travesaño que servía de dintel a una puerta, se me cayeron los adobones encima y pude contar el cuento porque Dios es grande y la Virgen de la Carrodilla fue mi protectora. Salí de la polvareda sin anteojos, con la sotana rota y sin el zapato del pie derecho. Pero la saqué barata porque aunque tuve que ir en moto a la sala de primeros auxilios, no se me rompió ningún hueso y solo se me inflamo el empeine del pie derecho.
Tuvo peor suerte un obrero que andaba arreglando el techo del caserón viejo que se llovía y también las paredes, porque se le cayó una de estas encima y para que fraguara el sacro que se le había trizado pasó un mes entero colgado del techo con los pies para arriba.
Con el terreno despejado y realizados los replanteos se empezó la deseada edificación con un albañil llamado Domingo y que era italiano muy asiduo a la Iglesia.
Puestos los cimientos, nos “asustamos” de la cantidad de hierros que se empleaban para las columnas y las vigas como si tuvieran que aguantar un terremoto de más de diez grados o como si tuviera que pasar un tren con locomotora y todo por encima. El arquitecto buscó la seguridad sin ahorrar gastos olvidándose del principio de “buscar la mayor seguridad empleando el menor número de materiales y de gastos posibles”
No recuerdo cuánto tiempo duró la obra, ni cuando se inauguró, ni si se bendijo haciendo una ceremonia especial y alguna fiesta, porque pudo coincidir con mi ausencia por estar predicando alguna misión o novena. Pero según mis cálculos, estrenaríamos la nueva casa en el año 1964.
La distribución de las piezas fue fraterna y amigable: El Padre Pedrito tomó la de abajo entrando a la derecha por su dificultad para subir las escaleras.
Arriba también siguiendo el pasillo a la derecha hasta el fondo, la primera pieza que da al patio central la eligió el Padre Recalde, luego seguía la mía; y del lado del sur se instaló el P. Chabanon Más adelante al lado del baño el P. Juan y en el fondo en la pieza solitaria, el Padre Jesús
Debo consignar el detalle que como para adquirir “el derecho de propiedad cada Padre se encargo de pintar su cuarto con los colores a su gusto.
En cuanto a las piezas del caserón viejo, quedaron desocupadas con toda la historia de los Padres que las habitaron con tanta pobreza y sacrificio.
De ellos ya no queda ninguno: Jesús López, Juan José Cincunegui, Pedrito Centurión, el que está para contarlo y el P. Pablo Chabanon que pasaron a mejor vida.
Quiero consignar el detalle, que con la construcción de la casa y los trabajos pastorales era tanta la actividad de los Padres que el Padre Pedrito lo resumía diciendo con frecuencia: “fervet opus”.
Yo tenía una buena relación con Jesús y como paraba poco en la pieza le solía leer el artículo de la antigua Regla que decía:”…Pedem non eferant nisi juxta de causa…” porque parecía que él lo interpretaba al revés. Y como por el cansancio a veces faltaba a la oración de la mañana se me ocurrió traerle de España en una de mis vacaciones un libro que se titulaba:”Meditaciones para los que no meditan” que le causó mucha gracia.
Todos gozábamos de buena salud y el P. Pedrito que era el más viejo y no lo aparentaba, cuando los turistas le preguntaban la edad, alardeaba diciendo:”Material impostado”
Estos son los recuerdos que tengo de la Carrodilla donde pasé casi veinte años muy felices y donde desfilaron como misioneros una buena parte de la Provincia: los Padres, Chabanon, Felipe, Eutimio, Galiotti, Ursino, Plaza, Nieto formando una Comunidad fraterna y numerosa. El Padre Cincunegui, tenía siempre el gesto de esperarme cuando volvía de una misión para compartir conmigo una cerveza…¡Son gratos recuerdos!
Interior de la Iglesia |
Tony ¿No tienes el Diario del P. Recalde donde se consignan todos estos datos? Como literatura oblata está la Historia del P. Álvaro Vega, la Reseña que hicimos cada casa para la conmemoración de los 50 años en Argentina. También la Revista Fátima del año 1967 de España que tiene en la portada al gaucho Zepeda que trabajaba en el seminario de San Esteban. Yo tengo un escrito sobre la permanencia de los oblatos en Malargüe y otro que se perdió en Córdoba sobre la edificación del salón. Además la historia de la Parroquia de Santa Fe con motivo de las Bodas de Oro y el detalle de los Colegios.
¿No sería lindo que cada casa hiciera la historia de los Padres que vivieron en ella?
El padre Pedrito Centurioni es el autor de un Ave Maria bellísimo que pocos recuerdan.
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