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visto en www.archimadrid.es
“Los testimonios que han dejado los religiosos Oblatos que serán
beatificados el sábado son de una conmovedora actitud ante el martirio” (Mons. Antonio María Rouco Varela, Card. Arzobispo de Madrid)
Señor Cardenal, muy
buenos días. Estamos en el tercer domingo de Adviento, ya dentro de muy
poquito tiempo, nos estamos ya preparando para la venida del Señor…
Claro,
ya la Liturgia de este domingo está toda llena. El Señor está cerca,
está a punto de llegar y eso supone litúrgicamente, pero también
espiritualmente e, incluso, desde el punto de vista personal, más íntimo
y más humano para los que creen en Él, que la esperanza es la que nos
señala el camino del futuro y que apostar por Él siempre abre los
caminos de la historia, como ha ocurrido siempre a lo largo de la
historia del cristianismo.
Todos los grandes testigos del amor
de Cristo, que lo esperaron, lo recibieron, lo acogieron y, luego, lo
anunciaron, al final fueron siempre testigos de esperanza para todos los
demás, para la Iglesia en primer lugar, para los creyentes, pero
también para los no creyentes y para la humanidad entera.
Cerramos
una semana hondamente espiritual porque como siempre en el camino
hacia el 24 por la noche se nos cruza esta fiesta maravillosa, que es la
Inmaculada Concepción de la Virgen. Este año con un marcado carácter
juvenil por la Jornada Mundial de la Juventud…
Exactamente. Es
una fiesta que encaja muy bien en el tiempo litúrgico del Adviento
porque Ella es la persona clave para que el Señor venga. Es el primer
ser humano que vive y experimenta una cercanía de Dios tan
extraordinariamente honda, superadora de todo lo humano, que le da la
vida al Hijo de Dios, la vida humana, la Carne y la Sangre le da al ser
humano.
Más cerca que María nunca pudo estar nadie, por lo
tanto, si hay alguien que protagonice y pueda servir también de
protagonista y modelo para vivir el Adviento es Ella. Tal como Ella lo
recibió, mejor dicho, tal como Ella lo esperó, así tenemos nosotros que
recibirlo a Él y esperarlo a Él.
Dentro de muy
poquito tiempo, ya el domingo que viene, va a tener lugar la
beatificación de los mártires Oblatos de María Inmaculada, que es un
buen grupo de jóvenes, además…
Es la segunda beatificación que
tendrá lugar en la Catedral de Madrid en estos poco más de dos meses
pasados desde la de nuestra hermana de la Congregación de la Siervas de
María. No era mártir, fue una testigo excelente de la caridad.
Efectivamente,
el domingo que viene celebramos una beatificación de 22 mártires
oblatos de María Inmaculada y un seglar, que era amigo de ellos, les
visitaba en su Capilla de Pozuelo. Era padre de familia, adorador
nocturno y llevado también a la muerte con los padres. Son todos,
curiosamente, muy jóvenes, casi como si viésemos de nuevo cómo la
juventud y los jóvenes tienen esa capacidad enorme de comprender lo que
es amar a Cristo y dar la vida por Él.
Lo que habían hecho en
los pocos años que habían transcurrido desde su llegada a Pozuelo –la
comunidad se abrió en el año 1929, habiendo transcurrido desde su
entrada a Pozuelo y la tremenda persecución religiosa que le acompañó
desde su principio pues son detenidos 7 el día 20 de julio me parece y
llevados al martirio y luego los otros, curiosamente cuatro días después
son liberados de la cárcel o del sitio donde los tenían presos en
Pozuelo los milicianos pero les sometieron a unas torturas terribles y
entre el 7 y el 24 de noviembre fueron todos asesinados, curiosamente
les decían que iban a ser puestos en libertad lo que los guardianes de
las cárceles donde estaba retenidos, creo que una era San Antón pues les
decían y les leían la lista de los presos en este caso de los Oblatos,
los 22 puestos en libertad pero los llevaban para fusilarlos.
Prácticamente todos en Paracuellos. Son todos muy jóvenes entre 18 y 30
años solo hay de los 22, 3 de 40 años y uno de 50, el padre Provincial,
el Padre Rector. Muchos no estaban ordenados. Los testimonios que han
dejado son de una conmovedora actitud ante el martirio, lo esperaban. La
atmósfera estaba tan envenenada en aquellos meses de la primera mitad
del año 1936 que no se extrañaron que les llegase la hora de la
detención y del martirio.
Algunos se lo contaron a sus
familiares pero que mejor que morir así o que vivir muriendo así por
Cristo. Dos que se pudieron librar, en un grupo de 38, algunos decían
que pena que nosotros no hayamos podido vivir el martirio porque nuestra
entrega al Señor habría sido más clara, neta y total.
Todos murieron perdonando, sin rechistar, sin renunciar a su sacerdote, ni a su futura vocación.
Es
un capítulo de la una historia, también diríamos un modo navideña, en
el sentido que nos dicen bueno cuando se conoce y se le espera a Cristo
pues uno no tiene miedo para correr al encuentro de Él, sobre todo
cuando el amor a Él lo exige, a Él y amarle a ÉL, a todos los demás. Un
mártir en definitiva dar la vida por Cristo la une a la ofrenda que
Cristo hizo de su mismo vida en la Cruz por todos y de ese modo ver en
ellos una ofrenda de la vida que se une a la del Señor para el bien de
todos
Lo vamos a celebrar con mucho gozo, presidirá el Cardenal
Prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos y yo invito a
todos los madrileños a que acudan a la Catedral de la Almudena el
sábado que viene. Será una ceremonia llena de emoción de piedad, de fe,
de amor y de reconciliación, de Navidad, el Señor viene de nuevo.
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